Olas de aplausos y felicitaciones recibió la canciller alemana Angela Merkel por los resultados electorales del domingo pasado. A la cabeza de su coalición conservadora de la Unión Demócrata Cristiana (UDC) y un grupo de partidos menores, obtuvo el 41,7% de los votos, un indiscutible triunfo de la popular líder germana, quien emprenderá su quinto período en la jefatura de gobierno. La hazaña solo encuentra parangón en nombres ilustres como Helmut Kohl y Konrad Adenauer.
Sin embargo, la ventaja de la UDC marca también un contraste con las desventuras de los partidos menores que hasta ahora han hecho posible el mando de la Merkel. Esto llama poderosamente la atención de observadores y analistas, quienes confiaban en una ventaja generalizada de los integrantes de la coalición gobernante.
Valga de ejemplo del revés sufrido por los socios de Merkel lo sucedido con el Partido Democrático Libre (PDL), cuyo respaldo en anteriores comicios rondaba el 15% y ahora cayó por debajo del 5% exigido como mínimo por la ley electoral. Esto significa una salida dolorosa para una agrupación que, por décadas, colaboró con diversos gobiernos.
Discusiones entre funcionarios y simpatizantes del PDL pusieron de relieve la ausencia de un público atento a su agenda, repleta de propuestas a favor de los negocios. Los programas del PDL, además, quedaron bajo la sombra de la imponente presencia y jefatura de Merkel. El resto es historia, que deberán explicar los académicos y las voces autorizadas de las fuerzas sociales y económicas.
Por otra parte, el desplome del PDL contrasta con el parco ascenso de una agrupación antieuropea, que atrajo poco menos del 5% del caudal electoral, suficiente para hundir al PDL. Así es la política.
El resultado apunta a que la Merkel procurará apoyo de la veterana Social Democracia (SPD), que ha sido una socia oscilante y ahora disminuida. No obstante, aun los decaídos resultados de la SPD podrían definir los pocos (4) asientos que la Merkel necesita para sellar la suerte de su próximo gobierno.
Los límites ideológicos adquieren una laxitud sorprendente a la hora de forjar coaliciones gobernantes. Por eso, con el pequeño margen que la Merkel necesita para coronarse, todo es posible. Cada representante de cada partido debe andar, desde ahora, con un maletín ejecutivo cargado de posibles tratos y transacciones. La tradición exige firmeza, pero la realidad aconseja cierta elasticidad. Y nadie podría negar que el pragmatismo es indispensable en las condiciones actuales.
No hay duda de que la fuerza central en la actualidad institucional alemana sigue siendo el proceso democrático, incluyendo las actuaciones del gobierno, la justicia, los partidos y las fuerzas sociales, que desembocan en elecciones libres. Por eso, el surgimiento de figuras con las credenciales de la canciller Merkel y de muchos otros dirigentes son motivo de satisfacción.