En la economía del conocimiento, los trabajos estables, casi de por vida, serán la excepción, no la regla. Los trabajadores deberán acostumbrarse a empleos relativamente temporales, y no solo estar preparados para cambiar de patrono de tiempo en tiempo, sino también de ocupación. El uso intensivo y extensivo de computadoras y robots implica que muchas ocupaciones de hoy —repetitivas y automatizables— desaparecerán en el futuro. Por el contrario, las ocupaciones complementarias de la nueva tecnología gozarán de buena demanda laboral.
El Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) publicó un reciente estudio titulado Inteligencia artificial y crecimiento económico. Oportunidades y desafíos para Costa Rica, cuyos resultados llaman a la reflexión. Según los investigadores, el 74 % de los trabajadores costarricenses deben “adoptar la tecnología y readecuar sus habilidades ante la inminente llegada de la inteligencia artificial (IA), también llamada cuarta revolución industrial”, pues de otra forma quedarán sin empleo.
La IA suele replantear los negocios de forma disruptiva, no mediante cambios graduales o incrementales. Empresas grandes cuya operación ha sido exitosa a lo largo de muchos años, perderían sus mercados ante otras —grandes y pequeñas— capaces de adoptar lo último de la tecnología y abandonar los procedimientos tradicionales.
Todas las invenciones tecnológicas del pasado —motor de combustión interna, electricidad, teléfono, telares, etc.— produjeron ganadores. Ganaron las empresas capaces de adoptarlos porque vieron caer los costos de producción y aumentar la calidad de sus bienes y servicios. También ganaron los consumidores por los precios más bajos y entregas más oportunas, pero siempre hubo grandes perdedores.
Las tecnologías disruptivas causan pérdida a los propietarios y empleados de las industrias desplazadas. La historia económica muestra la absorción de los desbancados por nuevas actividades y oportunidades de empleo bien remunerado. Sin embargo, la revolución industrial 4.0 irrumpe, es decir, causa cambios violentos, y las economías podrían tardar mucho tiempo para asimilarlos.
Según el estudio del Cippec, Costa Rica tiene una “posición bastante favorable frente a la revolución de la inteligencia artificial” y, en un escenario positivo, la economía crecería a un ritmo anual del 5,7 % sostenido hasta el 2028, lo cual constituiría una significativa mejora de las tasas de crecimiento observadas en el pasado reciente.
Disfrutar las ventajas del uso extensivo de la inteligencia artificial sin soportar costos demasiado altos exige contar con una fuerza laboral entrenada para el cambio. Según los expertos, las capacidades que se deben estimular son la “percepción y manipulación en contextos complejos, creatividad e inteligencia social”. Más que memorizar fórmulas y procedimientos estándares, es preciso aprender a derivarlas y a ser creativos en su uso.
La educación dual, bien diseñada, podría constituirse en un gran aliado, pero, como habrá necesidad de readecuar las habilidades de muchos trabajadores adultos, debemos concentrar esfuerzos en la educación continua, más allá de la primaria y secundaria. La composición demográfica del país ha cambiado de modo que ahora la proporción de jóvenes es significativamente inferior a la de hace unas décadas, y será más baja en el futuro, por lo cual bien podría canalizarse parte del presupuesto público dedicado a la educación —8% del producto interno bruto, por mandato constitucional— a llenar las necesidades señaladas.
Como indica el estudio comentado, la inteligencia artificial (IA) “ya no pertenece al mundo de la ciencia ficción”. Ahora es “una forma de organizar los factores productivos” y está llamada a cambiar la producción a lo largo y ancho de toda la economía.