El expresidente José María Figueres contesta a una publicación de este diario con dos “verdades” cuando menos discutibles, por no decir risibles. Es mejor comenzar por la segunda porque su debilidad es obvia.
El presidente para América Latina de la transnacional suiza Sicpa, proveedora de sistemas de trazabilidad, cita su preocupación por el “pésimo estado de la economía” como primer motivo de la reunión solicitada al presidente del Banco Central y, por su medio, a la ministra y al viceministro de Hacienda.
El segundo motivo, y la razón más concreta para pedir la presencia de los funcionarios de Hacienda, fue comentarles “cómo muchos gobiernos en cinco continentes han incrementado su recaudación y reducido la evasión gracias al uso de tecnologías modernas que proveen muchas empresas en el mundo”. Entre esas empresas está Sicpa.
Pero Rodrigo Cubero, presidente del Banco Central, tiene otra verdad. Figueres le pidió la cita para hablar de la economía nacional y él se la concedió como deferencia a su estatus de expresidente. Por eso mismo, accedió a convocar a la ministra y al viceministro. Una vez reunidos, dialogaron sobre el tema económico y, luego, Figueres dirigió la conversación hacia los sistemas de trazabilidad.
Si Cubero dice verdad, Figueres pidió conversar sobre la economía nacional y lo sorprendió con el planteamiento en favor de los sistemas de trazabilidad siendo funcionario de una empresa que pretende brindar el servicio al Ministerio de Hacienda, de lo cual no hay duda, para comenzar, por las gestiones previas de Bernardo Arce, representante de Sicpa para Centroamérica, ministro de Transportes y de Seguridad, y estrecho colaborador del exmandatario a lo largo de toda la vida.
Si la verdad la dice Figueres, Cubero tendría mucho que explicar. No es ni remotamente apropiado que el presidente del Banco Central arregle citas entre un posible comprador estatal y el representante de un proveedor, aunque este último ofrezca, adicionalmente, sus consejos económicos, ojalá innecesarios para el presidente del instituto emisor. En este caso, el asunto podría ser de interés para otras autoridades.
Pero si Figueres insiste en su verdad, debería desmentir pública y rotundamente al presidente del Banco Central para despejar toda apariencia de haberlo sorprendido en su buena fe. He ahí un reto para don José María.
Por otra parte, desde la publicación aludida por el mandatario, quedó planteado el misterio de su epifanía sobre la necesidad de transparentar la cita en el Banco Central. La Nación confirmó la información el viernes 8 de noviembre. Intentó obtener la versión de Cubero, quien estaba fuera del país, y procuró verificar otros datos, para lo cual consultó diversas fuentes. La tarde siguiente, cuando ya varias personas sabían de la información en poder de La Nación, de pronto el exmandatario publicó, en su Facebook, un artículo donde menciona la reunión. Nunca antes lo había hecho y la coincidencia es extraordinaria.
Las razones para guardar silencio hasta ese momento eran comprensibles, pero no está claro el motivo para abandonar la discreción a pocas horas de que La Nación informara, el 10 de noviembre, sobre todos los detalles de la cita en el Central. A eso le llama don José María “refrito” porque, supuestamente, él había dado la noticia unas horas antes. ¿Cómo se explica la coincidencia? Ahí, hay otro reto para el expresidente.
La otra “verdad” del expresidente es una retahíla de incoherencias y absurdos. Nos acusa de favorecer el plan fiscal y el aumento de impuestos a la clase media y a los más necesitados y, al mismo tiempo, de oponernos a frenar la evasión de “grandes grupos poderosos”. Es un cargo risible, por varias razones:
Primera: El plan fiscal incluye la creación del IVA, defendida por este diario desde hace más de una década, precisamente por su utilidad para combatir la evasión. Es absurdo reclamarnos el apoyo a esta gran medida de fiscalización y, al mismo tiempo, atribuirnos la intención de proteger la evasión cuando informamos sobre las objeciones del Ministerio de Hacienda, la Contraloría General de la República y otras instituciones a los marchamitos que don José María quiere poner a los licores, así como del especial interés del exmandatario en el negocio de la trazabilidad.
Segunda: La aprobación del IVA obligó a subir el precio de La Nación en un momento difícil para la industria periodística. Es decir, este diario está entre los afectados por la medida que se enorgullece de haber apoyado, tanto ahora como cuando la última administración del Partido Liberación Nacional propuso el IVA, con una tasa mayor. Fracasado aquel intento, La Nación planteó, en su editorial del 19 de abril del 2012, la aprobación del IVA por sí solo, sin aumentar la tasa en relación con el impuesto sobre las ventas, para emplearlo, precisamente, como medio de control de la evasión. Cualquier experto le explicará al expresidente cómo funciona el mecanismo y por qué no hay duda de su eficacia, a diferencia de los marchamitos.
Tercera: Además del IVA, el plan fiscal que apoyamos con entusiasmo contiene otras medidas tributarias que afectan a las empresas, incluida La Nación. Los dividendos serán grabados con una tasa superior, así como las operaciones financieras y futuras ganancias de capital.
Cuarta: Apoyamos el plan fiscal pese a las objeciones de grupos empresariales que desfilaron por el Congreso para oponerse, como es público y notorio. Denunciamos y nos opusimos a esas presiones precisamente porque la utilidad del IVA para combatir la evasión depende de su cumplimiento sin excepciones. Lo hicimos por patriotismo, a sabiendas de que seríamos afectados.
Quinta: Los menos perjudicados por el plan fiscal son los más necesitados, para quienes la crisis evitada habría sido catastrófica. Abundan los estudios para comprobarlo. La afectación es más grande según mayores sean los ingresos y, sí, la clase media se ve afectada. En la clase media estamos los periodistas que elaboramos este diario y tomamos las decisiones editoriales. Claro está, el expresidente no comparte con nosotros la membrecía en la clase media.
El artículo del exmandatario parte de invisibilizar a los periodistas. Para él, solo existimos como instrumento de los “grandes grupos poderosos” que nos ordenan defender la evasión y el contrabando. Somos títeres sin voluntad, implicados de alguna forma en las decisiones empresariales y administrativas. Por eso, razona, hemos puesto tanto empeño en impedir “el uso de tecnologías que paren en raya la evasión de impuestos de los grandes grupos poderosos”. “Como ellos mismos —continúa diciendo— que ya los evadieron en el pasado (probado)”. Esa afirmación, viniendo de quien viene, exige respuesta por aparte y la tendrá, puntualmente, mañana.