Poco tardó el humor costarricense para sintetizar el desconcierto creado por la nueva alianza entre la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado (Uccaep) y los sindicatos, incluidos los más radicales. En cuestión de horas, las siglas se transformaron en Uccanep para dar nombre al combo.
El propósito es descarrilar el acuerdo alcanzado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y el método, tantas veces ensayado, es unir a los sectores afectados sin importar las contradicciones entre ellos y con el solo objetivo de impedir la concreción de una política pública. Así como hemos visto grupos de traileros súbitamente desvelados por las políticas educativas, ahora contemplamos la inquietud sindical por el impuesto a las casas de lujo y la renta global. Solidaristas y cooperativistas, a quienes se les gravaría con el impuesto sobre la renta, se suman al clamor.
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La Uccaep, por su parte, no puede hacer a un lado su honda preocupación por la ley marco de empleo público, tan «carente de la visión estratégica e integral imprescindible para impulsar el desarrollo económico y social como lo establece nuestra Constitución Política». Así, renuncia al principal componente de moderación del gasto público incorporado a los acuerdos con el FMI, aparte de la aplicación de la regla fiscal, y pide un mes de plazo para consensuar una propuesta con el resto de la Uccanep, cuyos integrantes difícilmente producirán un planteamiento ahorrativo.
La hipocresía es transparente. En buen romance, el solemnemente titulado «Pronunciamiento» de la Uccanep significa, por el lado de la agrupación empresarial, que la renta global le asusta al punto de unirse con los sindicatos para dar al traste con la ley de empleo público, quizá la reforma más trascendental del aparato estatal en décadas.
Pero la petición de un mes de pausa para volver al «diálogo» tiene debilidades imposibles de disimular. Como bien dice el «pronunciamiento», hubo dos procesos de diálogo con resultados muy alejados de lo necesario para lograr un convenio con el FMI. Ninguno produjo una propuesta de reforma del empleo público apta para ahorrar una peseta, mucho menos el 1,52 % del producto interno bruto.
En segundo lugar, los empresarios participantes en el diálogo convocado por la presidencia de la República aceptaron la renta global y el gobierno la planteó al FMI exactamente en los mismos términos del acuerdo emanado del diálogo, con un techo del 27,5 % al impuesto. O la Uccaep falta a su palabra cuando pretende descarrillar la renta global, de la cual apenas se espera un 0,43 % del ajuste total del 4,74 %, o de verdad está preocupada por la reforma del empleo público. Si así fuera, sería insalvable la contradicción con las protestas de la organización empresarial en setiembre, cuando exigió la reducción del gasto como principal componente de la propuesta de negociación con el FMI.
En el acto de irrespetar sus compromisos de hace un par de meses, la Uccaep pide un nuevo diálogo, con inclusión de los sectores que garantizarían el fracaso de una negociación vital para Costa Rica. Por otra parte, el gobierno siempre se reservó la posibilidad de completar los requerimientos del FMI con propuestas de su cosecha, si las salidas del famoso diálogo resultaban insuficientes, como en efecto sucedió. Lo supimos desde el primer día: aquellos planteamientos no aportaban mayor cosa y el FMI no se dejaría engañar.
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En el diálogo, la Uccanep se cuidó de no tocar los intereses más caros a cada uno de sus integrantes. Ahora pide la oportunidad de hacer lo mismo y dejar al país sin acuerdo con el Fondo. En aquel momento, la organización empresarial ya había demostrado a las demás su valía mediante el rescate del fracasado movimiento de Célimo Guido, semanas antes abandonado por José Miguel Corrales, quien alegó infiltración del narcotráfico. Esas revueltas, conviene recordar, tenían por propósito impedir un convenio con el FMI, como ahora lo pretende el «pronunciamiento».
Ese fue el momento fundacional de la Uccanep, que dinamitó el diálogo estructurado por el Estado de la Nación por pedido del gobierno para integrarse al juego de espejos convocado después, con muy pocos resultados, uno de los cuales fue, precisamente, la renta global. Los empresarios serios del país deben dejar de hacerse representar así.