Radiográfica Costarricense (Racsa) prometió lanzar su servicio de Internet veloz en diciembre. No lo logró. La empresa ofrecerá el nuevo servicio en asocio con la firma sueca Vía Europa, cuyos ejecutivos aún no consiguen el beneplácito de la Superintendencia de Telecomunicaciones (Sutel) para operar en el mercado costarricense.
El atraso, desafortunadamente, no es para alarmarse en el marco de la lenta y burocrática transformación de las telecomunicaciones en Costa Rica. Los proveedores de telefonía celular, pasado un año desde la apertura de sus operaciones, todavía se quejan por la ausencia de importantes elementos del mercado competitivo, como la plena interconexión y la portabilidad numérica.
Medido a partir de esas experiencias, el atraso de Racsa parece razonable. La novedad del servicio y la complejidad del proyecto también invitan a la comprensión. Lo preocupante es la falta de definición de la fecha de inicio de la oferta y las contradictorias explicaciones de los involucrados.
La firma sueca no ha presentado documentación indispensable para obtener de Sutel el título habilitante. Según Racsa, los suecos resultaron menos expeditos de lo esperado, y por eso no se cumplió la promesa de iniciar operaciones en diciembre. Tampoco fue posible hacerlo en enero, fecha fijada cuando se hizo evidente la dificultad de cumplir con el plazo inicial. Según Vía Europa, nunca se comprometió a respetar una fecha determinada.
“No comprometemos la calidad en lo que hacemos y tenemos altas expectativas en este proyecto porque lo estamos haciendo por primera vez en Centroamérica. No comunicamos fechas”, afirmó Matías Lindberg, presidente ejecutivo de la empresa, para quien la preocupación debe estar centrada en la calidad y no las fechas.
Sin embargo, Racsa actuó como si el compromiso existiera y anunció el inicio de operaciones en un vistoso acto de lanzamiento celebrado el 24 de setiembre con presencia de la presidenta Laura Chinchilla. En diciembre, cuando debían estar listas las primeras conexiones, Vía Europa apenas iniciaba los trámites ante Sutel.
Racsa anunció la posposición del servicio para enero, pero a estas alturas de febrero, los suecos insisten en que prefieren hablar de calidad, no de fechas.
Pasadas las fechas anunciadas por Racsa, es imposible saber si existió el compromiso, si los suecos incumplieron o si Racsa actuó con inconsulta precipitación. Como resultado, tampoco hay una fecha para el lanzamiento del proyecto.
No es esa la forma de hacer negocios, particularmente en una empresa estatal en riesgo de quiebra, según un informe confidencial emitido por la Contraloría General de la República en marzo del 2012. Los antecedentes de la empresa y el sano propósito de reorientarla apenas dejan espacio para un traspié semejante. La firma necesita recuperar credibilidad.
El proyecto es de gran importancia para el país, como lo subraya la presencia de la presidenta en el acto de lanzamiento. Racsa estará en capacidad de ofrecer 10 Mbps por $50, la mitad del costo actual. El servicio de banda superancha es cien veces más rápido y sus aplicaciones culturales, comerciales y productivas son amplísimas. El precio accesible facilitará la adopción de esas ventajas y mejorará la competitividad. No es como para tomarlo a la ligera ni tampoco para mantener al país en ascuas, sin calendarización ni explicaciones satisfactorias.
Racsa y la empresa sueca deben ponerse de acuerdo para fijar una fecha realista y anunciarla, junto con un informe sobre los avances del proyecto y los trámites relacionados. La preocupación por la calidad es compartida, pero la experiencia reciente aviva la inquietud cuando surgen señales de descoordinación y se flexibilizan las metas. Racsa, es preciso recordar, es una empresa donde la sociedad costarricense tiene mucho invertido.