Es fácil ponerse de acuerdo para odiar a los demás, sobre todo si el intelecto no alcanza para darnos cuenta de que somos los demás de los demás. Solo así se explica el convivio de un supremacista blanco de origen hispano, un afroamericano ferozmente antisemita y el expresidente cuya irrupción en la política de la mano del racismo y la xenofobia normalizó las más repulsivas manifestaciones de esas patologías.
Los tres cenaron y se manifestaron admiración mutua en Mar-a-Lago, residencia de Donald Trump y su segunda esposa de origen eslavo, una etnia conocedora del flagelo del racismo. El sitio es visitado con frecuencia por su yerno judío y su hija convertida a la misma fe, blanco de denuestos de los otros comensales.
Para explicar su aversión a los judíos, Nick Fuentes les niega la condición de “europeos” y, como no son cristianos, tampoco los considera parte de lo que en su imaginación es la “civilización occidental”. Las raíces judías del cristianismo no le merecen consideración alguna aunque, como supuesto católico, acepta la ascendencia divina del judío martirizado para redimir a la humanidad.
Fuentes niega el Holocausto y en sus alocuciones públicas llama a los judíos a abandonar el territorio de los Estados Unidos, como corresponde a un entusiasta dirigente de la marcha en Charlottesville, donde los neonazis, con antorchas en la mano, repetían una y otra vez que los judíos no los reemplazarán.
Poco después, el anfitrión acaparó titulares equiparando a los supremacistas blancos con los manifestantes contra el racismo y dijo haber visto “buena gente” en los dos bandos. Fuentes, de ascendencia mexicana, no se da por aludido cuando Trump describe a los migrantes de ese país como violadores con pantorrillas desarrolladas por el ejercicio de transportar fardos de droga a través de la frontera. Es blanco, hasta donde se puede saber a simple vista, pero los supremacistas anglosajones no lo considerarían uno de ellos, salvo por la retórica que les hace olvidar el antepasado español.
Asimismo, le “perdonan” su negritud al tercer comensal, Kanye West, cuando promueve el odio antisemita. Fuentes pidió públicamente la militarización de los barrios donde habitan afrodescendientes, pero sus copartidarios se dejan retratar con pancartas dando la razón al rapero sobre la “amenaza” judía.
Sus prejuicios debieron impedir a los tres comensales compartir la mesa, pero el odio los une y obnubila las contradicciones. Urge encontrar en el humanismo la misma fuerza.
Laboró en la revista Rumbo, La Nación y Al Día, del cual fue director cinco años. Regresó a La Nación en el 2002 para ocupar la jefatura de redacción. En el 2014 asumió la Edición General de GN Medios y la Dirección de La Nación. Abogado de la Universidad de Costa Rica y Máster en Periodismo por la Universidad de Columbia, en Nueva York.
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