¿Somos realmente felices los costarricenses? La pregunta me da vueltas mientras veo a un grupo de indigentes haciendo fila en una acera en San José para recibir una ración de comida.
De acuerdo con el más reciente Reporte mundial de la felicidad, Costa Rica es el país más feliz de América Latina, el tercero del continente americano y el vigésimo tercero del mundo.
A primera vista, el resultado me parece un tanto exagerado, sobre todo, cuando pienso en los 400.000 hogares que viven en pobreza y las 287.000 personas que están desempleadas.
También vienen a mi mente tristes noticias sobre el aumento de la violencia, el alto costo de los alimentos, el rezago educativo y el avance de algunas enfermedades crónicas.
Inmerso en mis pensamientos, miré a tres hombres acurrucarse torpemente entre unos cartones para abandonarse a algún sopor alucinante. ¿Somos realmente felices los costarricenses? Mientras miraba esta triste imagen alejarse por el retrovisor, concluí que es necesario revisar los datos que sustentan nuestro indicador de felicidad.
La Red para el Desarrollo Sostenible elabora su Reporte mundial de la felicidad con base en los resultados de una encuesta a ciudadanos de cada país y en varios datos socioeconómicos.
Uno de los resultados que más llaman la atención es que los sentimientos positivos de los costarricenses están entre los más altos del mundo y los negativos, entre los más bajos.
Quizás sea la clave para explicar nuestra ubicación en el ranquin. Sin duda, hay un componente de nuestra idiosincrasia que nos permite abrazar con aceptación la vida que nos tocó vivir.
Para mí, la palabra es resiliencia, es decir, la capacidad que tienen las personas para adaptarse a situaciones adversas, e incluso para superarlas. Considero que ese es nuestro secreto.
Es posible que alguno de los indigentes conteste con un “pura vida” si le preguntaran cómo está. Similar respuesta recibimos y damos, en forma cotidiana, a pesar de las procesiones que llevamos dentro.
Dicha conducta podría ser vista como una respuesta automática o como acto de conformismo, pero considero que es la fuerza interna que nos anima a salir adelante.
Nuestra felicidad se sustenta, al parecer, en sentirnos agradecidos por lo que recibimos y por tener cada día la oportunidad de abrir los ojos para salir a buscar un mejor futuro.