Noticias negativas sobre la situación financiera o manejo de fondos en Bancrédito, Infocoop y Banhvi. De casualidad, o no, son tres instituciones y otorgan crédito. Llama la atención y nos lleva a la reflexión de cómo funciona el Estado costarricense.
No por casualidad se trata de tres instituciones públicas (o semipúblicas). El manejo de fondos públicos conlleva el peligro de caer en la trampa de “lo que es de todos no es de nadie”. El cuidado y control del dinero debe ser muy estricto para evitar que alguien se apropie de estos. Aun así, sucede.
En los casos mencionados, no pareciera que se trate de la corrupción típica, en la que alguien se apropia indebidamente de fondos públicos. Pero lo que sí se ha dado es una apropiación “legal” de parte de algunos. Es decir, gente que usa el sistema para obtener beneficios o rentas.
Están los deudores que capturan rentas a través de créditos baratos (por debajo de los costos de las instituciones) o no pagando de vuelta el préstamo (morosidad). Pero, también, están los proveedores que se favorecen al vender insumos o servicios con un sobreprecio. Están los empleados que reciben salarios, con pluses incluidos, que terminan siendo muy elevados para el tipo y calidad de trabajo que efectúan. Y tampoco es de extrañar que los directores reciban créditos blandos, para ellos o para las instituciones que representan, más unas dietas jugosas y viajes exóticos.
La creación de rentas elevadas lleva a una pugna por el control político de este tipo de instituciones. Esa misma lucha también lleva a la creación de nuevas instituciones, con nuevos privilegios, para favorecer a grupos que pueden haber quedado por fuera de las existentes. No es de extrañar que las tres instituciones mencionadas en este artículo otorgan créditos dentro de un sistema en el que, además, existen otros dos bancos estatales, otro semipúblico, varias cooperativas de ahorro y crédito y mutuales.
Esa ha sido la evolución del Estado costarricense en las últimas tres décadas: se ha creado un gran número de nuevas instituciones públicas y semipúblicas, por presión de distintos grupos, sin que nunca se cierre ninguna. A esto algunos lo llaman neoliberalismo, pero que se parece más a un “neoestatismo”. Como que es hora de desempolvar el proyecto de ley denominado CERRAR, de Ottón Solís.