Para ser más eficaces en nuestra acción regional, tendremos que atraer a actores globales para que ayuden a impulsar nuestras principales prioridades
Nicaragua, dictadura. El Salvador, a punto de serlo. Un país tiene un dictador de vieja escuela, el otro se desayuna un dictador «cool» y «millennial». Los regímenes autoritarios vienen en formatos distintos pero esa variedad no oculta sus características esenciales: el ejercicio autoritario del poder y la propensión a crear conflictos internacionales, especialmente con las democracias.
Sigamos con la triste lista centroamericana: Honduras, un narco estado acogotado por conflictos entre mafias político-empresariales. Guatemala es más o menos la misma historia, con el agravante de que, por ser el país más grande del istmo, proyecta una sombra especialmente negativa.
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Panamá es el único país que cubre nuestras espaldas. O mejor, nos la cubrimos y no tenemos otra válvula de seguridad. Si ampliamos nuestra mirada regional, nuestra orfandad aumenta: al sur nos topamos con Colombia y Venezuela y al norte con México, con su particular laberinto interno. O sea, no hay muchos aliados confiables en América Latina.
Esta desfavorable situación geopolítica plantea graves amenazas a la democracia costarricense y sus empeños por lograr un mayor nivel de desarrollo humano. Por ello, en vista de ello, no veo otra opción para Costa Rica que «descentroamericanizar» nuestra política exterior hacia esta región. Con esto no sugiero que, como lo hemos hecho tantas veces en el pasado, nos retraigamos, abandonemos nuestro liderazgo regional, cedamos espacios o renunciemos a impulsar nuestras iniciativas. Sería un grave error, pues el país tiene intereses económicos y políticos muy importantes en Centroamérica.
Cuando hablo de «descentroamericanizar», me refiero a que, para ser más eficaces en nuestra acción regional, tendremos que atraer a actores globales para que ayuden a impulsar nuestras principales prioridades de la política exterior hacia el istmo (democracia, derechos humanos, sostenibilidad ambiental y prosperidad económica) y nos ayuden a conjurar amenazas. Actores globales son potencias internacionales como Estados Unidos y la Unión Europea, y organizaciones internacionales como la ONU y las instituciones del derecho internacional. En conjunto, ellos nos permitirían alcanzar un mayor peso específico y contrapesar, dentro y fuera de las instituciones de integración regional, una correlación de fuerzas negativa y peligrosa para nuestra propia estabilidad.
El autor es sociólogo.