Hace pocas décadas, un abogado costarricense sugirió lo que algunos de sus colegas calificarían de descabellado: integrar la Asamblea, no mediante un proceso electoral como el de entonces y hoy, sino mediante un concurso al azar en el que participarían, como aspirantes a ocupar las curules, las personas de nacionalidad costarricense que cumpliesen con los requisitos que la Constitución establece para aspirar al cargo de diputado. El jurista argumentaba que la calidad parlamentaria surgida de la suerte nunca sería peor que la suministrada por los partidos políticos al seleccionar sus candidatos. Por lo demás, opinaba, un procedimiento igualitario no podía ser tildado de antidemocrático.
El perpetrador de esta columna y el ilustre abogado conversábamos con frecuencia, de modo que tuve la oportunidad de expresarle algunas dudas, originadas, desde luego, en mi nuda ignorancia del tema. Por ejemplo, ¿había pruebas de que la lotería parlamentaria había sido utilizada en alguna sociedad relativamente compleja y, de ser así, cuáles habían sido los resultados? Mi culto amigo mencionó algunos casos que en el pasado significaron la utilización exitosa de “su” sistema aleatorio, pero aclaró que el mejor argumento en favor de la idea era la bien demostrada incapacidad de los partidos políticos entonces existentes de introducir modificaciones constitucionales que trasladaran a los electores, así fuera en mínima proporción, la responsabilidad de escoger directamente los miembros del parlamento y de los concejos municipales. En su opinión, la fórmula prevaleciente era una astuta manera de darle apariencia democrática al feudalismo.
Sin pretender abrir un debate sobre la posible instauración de la lotería parlamentaria, menciono el tema solo con el fin de hacerles una advertencia a las personas que, especialmente en las redes sociales, piden de buena fe que nuestro sistema político haga funcionar sus engranajes para promover modificaciones supuestamente meritocráticas de la elección parlamentaria: si no lo hicieron cuando el bipartidismo funcional daba margen para negociar un reparto presentable del botín político, en el frangollo actual ¿qué posibilidades hay de que los buitres acepten entregar parte de la presa?
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El autor es químico.