La pesadilla del “apagón educativo” viene con nuevos capítulos. En esta nueva temporada, el sistema de educación es enviado a un cuarto oscuro para que, con el método del tanteo, intente algún día encontrar dónde está la salida (si es que la hay).
Lo aterrador es que el empujón a esta dimensión desconocida en la que entran 1,2 millones de escolares y colegiales lo da quien menos se esperaba: el Consejo Superior de Educación (CSE), la máxima autoridad educativa, los “expertos”, los llamados a dar rumbo y a tomar decisiones con base en estudios técnicos, lejos de apreciaciones del común de la gente o promesas de campaña electoral de un candidato presidencial.
El CSE decidió matar las pruebas FARO porque causan “mucho estrés” en los estudiantes y las enterró sin entrar a analizar el fondo, es decir, los contenidos de los exámenes o las consecuencias de dejar la educación sin una herramienta para diagnosticar el nivel de aprendizaje de los estudiantes o en qué puntos hay que reforzarlos para que, cuando compitan por un cupo en una universidad pública o entren a la carrera, tengan más opciones de salir airosos.
A los miembros del CSE se les hizo, de seguro, un nudo en el corazón cuando les presentaron cinco hojas de Power Point cuyo alegato más fuerte era el “estrés” que causaban las pruebas FARO.
Error. Más ansiedad sufrirán los estudiantes de esta generación medio perdida en el espacio cuando salgan a buscar oportunidades y caigan en cuenta de que mucho les quedó sin aprender porque un “grupo de expertos” ordenó un apagón en las pruebas de diagnóstico por razones políticas o percepciones.
Esta ausencia de evaluación refuerza la desigualdad en el sistema educativo, las diferencias sociales y la brecha entre educación pública y privada (ya de por sí grandes) y condena a la exclusión a quienes estudian en el sistema estatal.
Es matemático que cuando no hay diagnosis resulta imposible encontrar el norte. Sin datos, sin brújula, es imposible tomar medidas certeras para una mejor educación.
Entramos en el “apagón educativo II”, sin luz, sin evaluación, porque en el 2023 habrá pruebas, pero sin nota. En otras palabras, serán un vacilón para que nadie se estrese.
amayorga@nacion.com
