En la década de los 40, Theodor W. Adorno —el filósofo y teórico de la cultura, no el gato de Julio Cortázar— investigó sobre el populismo, la propaganda de masas y el antisemitismo, basado en la experiencia del ascenso de Hitler por medio de elecciones democráticas como candidato y líder del partido nazi.
Este fenómeno —que Bertolt Brecht también dramatizó en su obra La imparable ascensión de Arturo Ui, y que Américo Celestino del Cioppo Fogliacco, conocido como Atahualpa del Cioppo, escenificó de un modo inolvidable en Costa Rica, en la década de los 70—, ocurrió durante la crisis económica, social y cultural que desembocó en la Segunda Guerra Mundial.
Los estudios de Adorno fueron los primeros en encontrar que la sustitución del contacto indirecto —es decir, por medio de panfletos o la limitada presencia en mítines— por la comunicación directa del populista con millones de individuos gracias a la radio, el cine y la televisión (hoy potenciada por las redes sociales) hizo que el medio más eficaz de manipular a los votantes fuese el orador. Esto es, que su personalidad fuese la ideología o, como diría Marshall McLuhan mucho tiempo después, que el medio sea el mensaje.
Pero la riqueza de los estudios multidisciplinarios de Adorno y su utilidad para nuestro tiempo no solo consisten en que identificó las “estratagemas” (así las llamó) usadas por el autoritarismo populista para movilizar a las masas, sino también el perfil de las masas sensibles a ser movilizadas por el populista.
Un asunto de deseos
Dice Adorno que ese público está compuesto principalmente por hombres infelices, porque se sienten débiles frente al “sistema” u “orden objetivo”. Los abruma su falta de importancia y su carencia de poder, todo lo cual perciben como abandono, soledad y desamparo. De ahí que ven en el líder todo aquello que desean ser.
El “sistema” u “orden objetivo” incluye, en primer lugar, a los políticos y los partidos formales, de los cuales aprenden a desconfiar porque inconscientemente asocian su lenguaje y comunicación estereotipados con los de los comerciantes o vendedores, y por eso temen ser engañados.
Desconfían, entonces, de lo que se dice en público, y por eso también tienen la disposición de odiar a los medios de comunicación y a los grandes negocios establecidos.
Al mismo tiempo, sienten una fuerte curiosidad por la vida privada de los notorios y notables, por esa intimidad que quisieran para sí en vez de la monotonía que empalaga la suya.
Existe en ellos, pues, un fuerte resentimiento y un deseo de poseer y hacer aquello que critican en quienes no son marginales o outsiders. Y la autogratificación que sienten por las “denuncias” que hace el populista, aunque sean falsas, es profunda, pues lo que está en juego no es la verdad, sino el cumplimiento de su deseo, dice La técnica psicológica de las alocuciones radiofónicas, de Martin Luther Thomas.
Para Adorno, se trata principalmente de hombres de “clase media baja, de la mediana y tercera edad”, algo que, curiosamente, también caracteriza al núcleo duro de los simpatizantes del presidente Chaves, según las encuestas del CIEP, incluida la que se conoció hace pocos días.
Vocación autoritaria
El despliegue que el mandatario hizo de su personalidad en la reciente transmisión de la reunión con la contralora y los comentarios que el público emitió en las redes sociales fueron una oportunidad más de ver los hallazgos de Adorno en acción.
Como el autoritario se nutre de la polarización de las pasiones, estos comentarios se dividieron rápidamente en dos bandos. Las personas críticas de Chaves alabaron la argumentación técnica con que la contralora y su equipo intentaron, hasta el cansancio y sin éxito, hacer comprender al presidente que la ley no permite usar ciertos “caminos cortos” para desarrollar los deseos presidenciales, porque el propósito de la legalidad es asegurar que los recursos públicos se utilicen correctamente. Por el otro, los seguidores de Chaves profirieron comentarios, chistes e insultos misóginos y “al cuerpo”, sin atender a razones o argumentos.
En cuanto a las “denuncias” del presidente contra Marta Acosta, de que “se paraba en la manguera” para impedir logros al gobierno y que los había “amenazado con la cárcel” si continuaban con el proyecto de Ciudad Gobierno, quedó demostrado que no tenían más justificación que la mala fe.
Por enésima vez, la funcionaria tuvo que explicar al presidente que “el cumplimiento de la ley no es una opción, sino un deber” y que el desacato de una orden de la institución lo que acarrea, por ley, es una sanción administrativa y no una sentencia de cárcel, pues la Contraloría no tiene competencias penales.
A esas alturas, quedaba claro que la aparente ceguera presidencial para atender los argumentos legales no era lo importante para él, porque lo que se jugaba, como siempre, era la autogratificación de sus seguidores por las “denuncias” que hace, aunque sean falsas y se desintegren después, como el megacaso de defraudación fiscal contra el banquero Leonel Baruch y el Parque Viva, por mencionar algunas.
Hasta el momento, Chaves, aunque lo ha intentado, no ha sobrepasado los límites de la Constitución y la ley, pero más de una vez ha exhibido su deseo autoritario de hacerlo.
Así, envalentonado por una encuesta que lo coloca todavía como un presidente popular, en su conferencia de prensa de los miércoles repitió la posibilidad de utilizar el referendo, dado que no tiene la mayoría parlamentaria para salirse con la suya, aunque no mencionó con cuál propósito.
Entre sus seguidores, en la reunión con la contralora, también hubo quienes escribieron “referéndum” ante el desarme que la funcionaria y su equipo hicieron de sus pretendidas ilegalidades.
La vocación autoritaria, pues, está allí, y el modo de neutralizar el discurso manipulador de los sentimientos de sectores de la población sigue siendo desmenuzar la mentira, como se viene haciendo, lo cual ha generado un progresivo desgaste del crédulo apoyo inicial.
Sin embargo, también es urgente no descartar los sentimientos de la gente, muchos de los cuales son legítimos, y que son el objeto que posibilita la manipulación.
El sueño costarricense
Los diagnósticos son tan claros y reiterados, que ya aburren. Volvamos, sin embargo, a la década de los 40, cuando Adorno hizo su investigación. En Costa Rica, se creaba la Caja Costarricense de Seguro Social y otras instituciones claves del Estado social para servir a una población que no alcanzaba el millón de personas (800.875), según el censo de 1950, y cuando se dividía el territorio por esa cantidad de personas no se llegaba a 20 por kilómetro cuadrado.
El 24 de octubre de 1956, cuando el país alcanzó el millón de personas, la Dirección General de Estadística y Censos, antecesora del INEC, advirtió de que la aceleración del crecimiento poblacional significaba un número mayor de niños que iban a requerir más escuelas, colegios y centros de salud. Familias que necesitarían nuevas casas de habitación, expansión de las ciudades y creación de nuevos centros de población, así como la construcción de hospitales, mercados, locales de comercio, cines, carreteras.
“Debemos meditar en el futuro; preveer (sic) y prepararnos para solucionar los múltiples problemas que ya tenemos y que seguirá confrontando el país por su población creciente”, anticipó la institución.
Hoy, con un poco más de 5 millones de habitantes, según el censo del 2022, las instituciones del Estado se encuentran desbordadas por las necesidades y demandas del “sueño costarricense” que unas pocas generaciones sí conocieron y otras dieron por sentado.
El desborde incluyó a los partidos políticos, porque tuvieron a cargo las instituciones, y mientras en algunas épocas gobernaron en condiciones económicas favorables y modernizaron y gestionaron bien los servicios públicos, en otras no hubo tanta suerte o la ineptitud y la corrupción de algunos abonó al legítimo sentimiento de abandono y desconfianza de la población.
Pero las instituciones públicas, incluidos los partidos políticos, no son el problema, sino los instrumentos que urge mejorar y fortalecer para retomar el “sueño costarricense”, porque en tiempos de crisis siempre aparecerán los Arturos Ui que buscarán ascender de un modo que inicialmente parecerá irresistible, aupados por las sensibilidades maltratadas.
La autora es doctora en Estudios Sociales y Culturales, socióloga y comunicadora. Twitter @MafloEs.