Muchas veces la historia de la significación de lo que acontece se ha fraguado en el mundo moderno a través de las caricaturas y las viñetas. La diferencia entre ellas es que mientras la primera intenta hacer pensar sobre una coyuntura presente e inmediata (en tono irónico y desafiante) la segunda se fundamenta en el presente para hacer hablar el futuro posible.
La caricatura es solo un recuadro, mientras la viñeta presenta una sucesión de acontecimientos gráficos. La caricatura exagera los rasgos, las viñetas acentúan los gestos de los personajes, y muestran en segundo plano el horizonte de la historia donde lo que acontece tiene lugar, pero dejando de manifiesto su trascendencia: no es dable encontrar el sentido de una viñeta si no se deja enganchar por el contexto gráfico en donde se ubican los personajes que actúan o hablan.
Uno de los grandes maestros de las viñetas en América Latina fue Quino, Mafalda es su obra cumbre. Lo interesante es que él era, sobre todo, un caricaturista. Dejó las viñetas cuando decidió abandonar el proyecto de Mafalda. Sin embargo, la manera de ver el mundo desde el pequeño cosmos creado por su imaginación no deja de cautivarnos. Leo Mafalda desde que tengo memoria, tengo toda la producción de Quino, pero esa hija intelectualmente aguda de un matrimonio híbrido siempre me sorprende con nuevos descubrimientos.
Sí, Mafalda no es simplemente la niña de un hijo de migrantes, como deja suponer su rubio papá; es también hija de una mujer nacida de otros orígenes y domesticada por el sistema dominante, como se deduce de su cabello crespo y ojos achinados.
A sus padres, Mafalda los descubre en un discurso que intenta esconder la realidad del mundo, haciéndoles preguntas incómodas, aunque certeras. Mafalda es hija del mundo real, de allí su ojo crítico del mundo fantasioso que la rodea. No pertenece a la clase poderosa, no es una mujer en la miseria; es de clase media baja, con grandes pretensiones de crecer como ser humano.
Sus preguntas son provocaciones para los que pueden hacer más. Mafalda no dejará de ser una niña inquietante, nunca crecerá, ni será universitaria, porque su historia no nos lleva hasta allá. Ese es el desafío de Quino. ¿Podemos aceptar a Mafalda? ¿Podemos permitir que una niña, símbolo del futuro, nos permita enrumbar la barca de nuestra existencia?
Ver y sentir como ella. Hay una linda viñeta de Mafalda que podría ayudarnos a entrever las posibilidades de nuestro futuro. Esta consta de solo cinco escenas. Me parece que el énfasis se pone en la boca de Mafalda (una simple línea, apenas dibujada, pero muy significativa), que desvela su poder en la ambientación de su gesto.
O mejor, la ambientación define la actitud de Mafalda. Aquí, estriba la maestría: mientras Quino pone en primer plano la ambientación, el observador y lector sabe que el personaje principal es otro: no son las palomas o el escaparate, ni mucho menos la nota periodística, el personaje principal, que se presenta en segundo plano, es el que quita el velo del sentido de lo dibujado. El que ve la viñeta está obligado a ver lo que Mafalda ve y es invitado a sentir lo que ella siente.
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Crédito: Quino
En el primer cuadro, una sonrisa se dibuja en el rostro de Mafalda cuando ve a dos pájaros parados en la rama de un árbol con hojas, que se tocan con el pico. Para aquellos que están acostumbrados a los cambios de las cuatro estaciones, la escena no es nueva: es tiempo del cortejo entre animales, es primavera, porque la abundancia de flores y frutos permite la procreación. Resurge la vida en todas partes, después del invierno que la había puesto en letargo. La sonrisa de Mafalda nos habla de esperanza y optimismo.
En el segundo recuadro, una Mafalda sin expresión ve un escaparate con publicaciones. Es inexpresiva porque observa el mundo críticamente. En el primer cuadro, ella se dejaba involucrar con lo que ve; en el segundo, resulta una observadora imparcial, hasta que, en el tercer recuadro, aparece una noticia. Quino no dibuja aquí a Mafalda, sino que nos presenta la imagen de un texto publicado que contiene fotos, un título enorme y letras minúsculas indescifrables. El ojo va directo a la imagen donde se ve un arma que es señalada por un hombre no identificado. El título da el contexto que nos ayuda a entender las imágenes: es la crónica de un crimen abominable.
El rostro de la primera imagen parece decirlo todo: el peinado, la barba, los ojos del hombre nos nos hablan de maldad y de traición. Más abajo, se presentan fotos partidas a la mitad de un hombre «normal» y de un policía circunspecto junto a una mujer que llora (tal vez la viuda) y otra mujer no identificable. Esta escena nos habla de una nota de sucesos, poco discernible en sus detalles, pero destacable en lo que parece obvio. ¿Lo es en verdad? ¿Y si el asesinado no fuera el de la foto grande, sino que el rostro del que aparece solo a la mitad fuera el victimario? La víctima sería el hombre sombrío. Si hacemos estas estas consideraciones, hemos entendido a Quino, que desenmascara lo obvio para demostrar que hay otra realidad para ser considerada: la letra menuda que no siempre sabemos leer.
Otro hombre. En el tercer recuadro, Mafalda vuelve a sonreír, porque ve cantar a un hombre. A su alrededor todo nos habla de construcción y ciudades. El hombre canta mientras toma un saco, posiblemente de cemento. Pero el obrero tiene un pequeño aparato electrónico detrás. Así, entre ladrillos, maderas e edificaciones algo se construye, pero el lector de la viñeta desconoce el porqué de su trabajo. Ni siquiera sabe por qué fue capaz de tener ese pequeño artefacto tecnológico consigo.
¿Evade la realidad con un poco de placer que le da la tecnología, aunque siga sometido? ¿O es realmente feliz? Podríamos conjeturar mucho, pero lo importante es que Mafalda lo ve y sonríe tímidamente, no como en el primer cuadro. Es interesante que el árbol del primer cuadro es solo un elemento del trasfondo de este tercero.
La conclusión de la viñeta se concentra en Mafalda, en sus gestos y en sus palabras. Los gestos son muy importantes, porque ella camina hacia adelante, mira también al horizonte y su boca es plana, una invitación a la reflexión. De hecho, Quino no traza una de las líneas típicas del diálogo, sino que evoca la convención gráfica que simboliza el pensamiento. La frase, que proviene de la mente de Mafalda, sirve de conclusión: subrayo «todo lo que cabe en la primavera».
¿Habla Mafalda de nuestras contradicciones en la vida? ¿Nos critica porque no fuimos capaces de verlo? ¿Qué es lo que nos sostiene esencialmente como seres humanos? En mi opinión, parece que estas viñetas no se entienden si no es por la escena donde Mafalda busca información. La vida de la gente es lo que importa, lo que había salido en el periódico puede ser solo incidental. Lo significativo es que Mafalda parece haber sido conmovida por la vida y el amor. No obstante la realidad de la violencia, existe también un simple hombre, que sobreviviente en un sistema injusto que todavía canta con satisfacción y alegría porque es primavera.
El impacto de la viñeta se puede resumir en una serie de interrogaciones a dirigidas al lector. No es solo una opinión lo que expresa Mafalda, sino un desafío a volver sobre sus pasos, porque podríamos decir que se trata de una catequesis política. La primera gran pregunta es: ¿Nos sentimos en primavera? ¿Generamos vida a nuestro alrededor? ¿Nos alegramos por la vida que los otros producen? La segunda pregunta tiene que ver con nuestra actitud crítica: ¿Preferimos cerrar los ojos al mundo en vez de afrontarlo con toda su ambigüedad? ¿Nos dejamos llevar solo por las apariencias o somos capaces de leer la letra menuda de nuestra vida y opciones?
Una tercera pregunta tiene que ver con el mundo: ¿Sabemos reconocer el optimismo en la gente que no tiene mayores pretensiones y que construyen el futuro de la nación ofreciendo solo su esfuerzo y dedicación? En la primavera cabe todo, incluso la indiferencia. Y he aquí el gran reto que nos presentó Quino, ¿podemos no ser indiferentes a lo que pasa en nuestra vida ordinaria? ¿Somos capaces de ver en la sencillez de lo que percibimos la oportunidad para ahondar en la profundidad de nuestro ser?
En el último recuadro Mafalda piensa y camina. ¡Cuánto sería deseable que todos pudiéramos hacerlo! Mientras se vive, deberíamos contemplar lo que pasa a nuestro alrededor. Es cierto que muchas cosas que suceden son deplorables, mas la bondad pasa inadvertida si no estamos atentos a verla. Solo quien es capaz de discernir con sabiduría sabe distinguir la esperanza forjada en lo ordinario, donde a veces la maldad se precia de ser extraordinaria y determinante de todo lo demás. Solo quien piensa críticamente y con el corazón descubre las miles de formas en que la primavera de la vida vence al invierno de la muerte.
El autor es franciscano conventual.