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La Alianza del Pacífico la conforman Chile, Colombia, México y Perú. (Shutterstock)
Algunos pronunciamientos en relación con la posible integración del país en la Alianza del Pacífico, formulados por autoridades del PLN, llevan a reflexionar, una vez más, sobre el futuro de Costa Rica y el rumbo que debe tomar. Pero no se crea que la visión política y económica que emerge de esas tomas de posición sea la correcta. Al contrario, nos abre los ojos sobre lo que no debe hacer el país en relación con estos temas: volver al pasado.
Si algo engrandece la trayectoria de Liberación Nacional es haber sido, en Costa Rica, el partido innovador por excelencia. Esto es lo que debería impulsarse, si se quiere dar sentido a su existencia en el futuro.
Recuerdo mi admiración cuando don Pepe consideraba ideal que en cada casa hubiera una vaquita y una máquina de coser, a mediados del siglo pasado. Comprender que eso no tiene sentido hoy, no nos hace menos socialdemócratas. Me emociona recordar a Daniel Oduber repartiendo semillas a lo largo y ancho del país para incrementar las cosechas, allá por 1977. Sin embargo, hacerlo hoy constituiría una política pública inadecuada, ineficiente. Los mejores logros de Liberación se levantan sobre otros anteriores que fueron necesarios en su tiempo y que, en muchos casos, dejaron ya de tener sentido.
Algunas personas de buena fe olvidan la diferencia entre los principios y la forma de darles vigencia. Los principios no son negociables; la forma de ponerlos en marcha varía inexorablemente a lo largo del tiempo. Y esto es así, precisamente porque el mundo va cambiando y la actividad política, que actúa en él, debe modificarse, también.
Es necesario tenerlo claro: debemos poner la mirada en el futuro y no perdernos en un mar de nostalgia que considera traición la apertura a la modernidad y el enfoque racional de los grandes proyectos nacionales. La vuelta al proteccionismo, en contradicción con las tendencias más innovadoras introducidas en el país, en gran medida gracias a los aportes del PLN, es volver a un pasado ya remoto.
Confundir socialdemocracia con proteccionismo es reducirla a lo que no es. El Partido Liberación no puede ser retrógrado. Y algo más grave aún, no puede fingir serlo para pescar votantes... si es que alguien anda en esas.
Algunos consideran la política una actividad “omnívora”, que se alimenta de todo tipo de electores e intenta atraerlos adaptando a su gusto el mensaje que se da. Yo aconsejo más bien lo contrario: el oportunismo debe ceder su espacio a la franqueza, a la sinceridad. Aunque se pierdan elecciones... de todas maneras se pierden. A la larga este consejo, si se aceptara, daría réditos electorales limpios y fomentaría ilusiones en un país que las requiere como nunca.
‘Voluntad de subdesarrollo’
Nuestros deseos no son suficientes para cambiar el mundo. Las condiciones de nuestro país, sus recursos o la falta de ellos nos llevan a ser preponderantemente vendedores de productos, de servicios. Pero debemos producir lo que sea más rentable para poder pagar el bienestar del mayor número de personas.
Es evidente que no tenemos litio ni diamantes ni queremos explotar el gas y el petróleo propios, sino el ajeno. Ojalá pudiéramos sustituirlos en la lista de nuestras necesidades por más fuentes de energía renovable, en un día cercano.
Cuando decidimos unilateralmente desgravar gran cantidad de productos importados, forzamos al país a hacerse más competitivo, a transformar la producción nacional, para bien. Esa decisión ha tenido éxito. No creo que nadie quiera volver a aquellos días de comercio internacional ultrarregulado, cuando la gente iba a Panamá a comprar latas de melocotones.
Se nota en el país una tendencia a lo que mi maestro Láscaris llamaba “la voluntad de subdesarrollo”, ahora fortalecida por el populismo. Hay quienes querrían volver a los tiempos en que se dificultaba, de manera consciente, importar productos extranjeros, lo que correspondió a una etapa incipiente del desarrollo nacional.
He oído a algunas personas —por suerte creo que son pocas— proponiendo una vuelta al estatismo radical. La función reguladora del Estado se abrió espacio al tiempo que se rompían grandes monopolios públicos. Liberación Nacional fue protagonista de esos cambios que resultaron provechosos para nuestra población.
Ya no hay que esperar años para obtener un teléfono, y las fuentes de crédito aumentaron. Los proyectos de colaboración público-privada le marcan caminos innovadores al país y ojalá se consoliden cada vez más.
Desgraciadamente, la voluntad de subdesarrollo se manifiesta de muchas otras maneras: se elimina el bachillerato para aumentar la graduación, es decir, se sacrifica la calidad de la enseñanza y de nuestros recursos humanos en beneficio de la promoción, en un acto oficial de engaño a la sociedad y al estudiantado.
Y algo peor: se nos amenaza con un olio de graduaciones masivas, al proponer que se otorgue el título de bachiller, en la enseñanza media, a quienes no lo han ganado. Se estafaría, así, a quienes han hecho el esfuerzo de superarse y, de paso, se engañaría a los empleadores del país. Semejante despropósito daría un nuevo golpe a los esfuerzos por mejorar la calidad de la formación de la gente joven, al desempeño laboral del costarricense y a la producción nacional.
Erradicar la nostalgia
Los intercambios comerciales de bienes, servicios y personas, como lo propicia la Alianza del Pacífico, que abriría nuestro comercio internacional mucho más, no solo son provechosos, sino también imprescindibles. Pero debemos tenerlo claro: los tratados internacionales no se hacen a la medida de nuestros gustos, sino en armonía con intereses diversos de los firmantes. Todo tratado impone límites y da ventajas. Tras eso es que debemos ir. Pero no es un asunto de todo o nada, sino de ganar ganar.
¿Y los agricultores?, se me dirá, con razón. A los agricultores no se les ayuda creándoles una zona de confort que los ponga a salvo de medirse con los productores internacionales. No se les protege intentando crear artificialmente las condiciones del pasado, sino impulsándolos a asumir los retos de los tiempos. Por ejemplo, induciéndolos a incorporar a la producción normas acordes con la conservación del ambiente, no simplemente prohibiéndoles, sino asesorándolos.
Llevemos internet 5G masivamente al campo, las escuelas y los colegios, y promovamos su uso inteligente en beneficio de la producción; impulsemos en serio la investigación científica y pongamos sus resultados a disposición de los productores agrícolas; incrementemos la información sobre mercados y, sobre todo, eduquemos bien a los agricultores y a sus hijos.
Propiciemos los encadenamientos en las líneas de producción. Incrementemos el valor agregado de nuestros productos agrícolas para aumentar su competitividad en los mercados nacional e internacional. Hagamos que nuestra agricultura se vea libre de contaminaciones, de venenos; garanticémosles agua, cuando amenace la sequía.
Logremos que nuestra producción no se beneficie de la explotación injusta de nadie... niños, mujeres, migrantes; fomentemos la incorporación de empresarias a la actividad agrícola —sí, mujeres— y al trabajo justamente remunerado. Ocupémonos de la equidad y la igualdad e integremos en un solo esfuerzo el crecimiento y la distribución de la riqueza. Hacer todo esto es ser socialdemócrata de verdad. Pongamos la mirada en lo esencial y dejémonos de cuentos.
Lograr que Costa Rica sea digna de lo mejor de su pasado no es intentar la misión imposible de atarla a él, sino irrumpir en la vida nacional con una acelerada fuerza modernizadora... la que nos falta hoy. Es, además, una forma de crear ilusiones fundadas en la gente e interrumpir el desgano por la política. Coloquémonos del lado de los visionarios y no de los nostálgicos.
El autor es expresidente del PLN.