Hace unos días, en un conversatorio organizado por la Alianza Empresarial para el Desarrollo (AED), la conductora del espacio solicitó a uno de los candidatos presidenciales que eligiera, como prioritarios para Costa Rica y bajo la lógica de llaves maestras, tres de los diecisiete objetivos de desarrollo sostenible (ODS) que conforman la Agenda 2030.
Esta fue la respuesta del candidato presidencial: “Yo siento que Costa Rica tiene que enfocarse, y yo con mucho gusto le voy a contestar la pregunta, pero esas no son las cosas urgentes. Ese no es el balazo en el pecho, eso es el colesterol”. Ni la pregunta ni la respuesta dieron pie con bola.
Comencemos por la pregunta. La Agenda 2030 se sustenta en varios principios para su aplicación, sobre los que existe consenso global. Dos de ellos, conocidos como interconexión e indivisibilidad, tienen como propósito descartar toda tentación de abordar los ODS como un menú a la carta.
La visión de desarrollo sostenible que impulsa la Agenda 2030 es de naturaleza sistémica: no admite ni “llaves maestras”, ni temas residuales y, mucho menos, “balazos en el pecho”.
Supone un cambio en nuestro propio modelo mental, ya que percibimos de otra manera la relación entre ideas, conceptos y procesos. En donde algunos ven hechos, las personas habituadas a pensar de forma sistémica ven modelos o patrones.
Enfoque fragmentario
En la jerga de las Naciones Unidas se utiliza el concepto anglosajón de piecemeal approach —en español, enfoque fragmentario— para cuestionar la mala praxis política en la que incurren algunos Estados miembros cuando negocian, por ejemplo, el presupuesto de la organización.
Haciendo alarde de su peso político y económico relativos, algunos países intentan asignar, por imposición, más o menos recursos a determinadas partidas presupuestarias, sin considerar el panorama general de obligaciones y compromisos. Este tipo de asignación funciona como una especie de “de tin marín de do pingüé” a gran escala, pero con segundas intenciones.
Además de impulsar el motor de la discordia política y la ineficiencia presupuestaria, el piecemeal approach es una gran receta para la desigualdad, porque se rige por la ley del más fuerte o, cuando menos, del que está en mejor posición para decidir según qué cosas.
Cuando se aplica el enfoque fragmentario a la Agenda 2030 se peca de lo mismo y se obtienen resultados similares. Por eso, cuando se negoció este marco de gobernanza mundial para el desarrollo sostenible, los países y demás actores se curaron en salud y definieron reglas del juego para la aplicación.
En el ámbito empresarial y financiero, la transversalidad de los ODS queda plasmada en la aplicación de los criterios ASG (ambientales, sociales y de gobierno corporativo). Si una empresa no los cumple o simplemente no los considera relevantes, corre el riesgo de no captar inversiones, y esto podría limitar, entre otras cosas, su potencial en la bolsa.
Colesterol malo
Ahora bien, cuando el candidato presidencial compara los ODS con el colesterol, para restarles urgencia o significancia, apela a la “nueva política de siempre”: criticar por criticar. Sin embargo, su respuesta no es de recibo. Veamos por qué.
El colesterol malo es uno de los principales factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares, las cuales se clasifican, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), como enfermedades no transmisibles (ENT).
Las ENT matan a 41 millones de personas cada año, lo que equivale al 71% de las muertes que se producen en el mundo. Del total, 17,9 millones corresponden solo a enfermedades cardiovasculares; son las que más fallecimientos causan. En Costa Rica, el infarto agudo de miocardio es una de las principales causas de muerte.
Ahora bien, aquí viene la parte que posiblemente se le escapó al candidato presidencial cuando contestó la pregunta de la Alianza Empresarial para el Desarrollo.
Entre los determinantes sociales y económicos de las ENT se encuentran la pobreza y la desigualdad persistentes, así como la inseguridad alimentaria. Estos determinantes no solo tienen que ver con el riesgo de padecer una o varias ENT, sino también con las posibilidades materiales de atenderlas.
Las ENT suelen ser crónicas, progresivas e irreversibles, por lo que requieren tratamientos de larga duración y, en ocasiones, cuidados paliativos de por vida. Esto, por descontado, supone una carga económica muy elevada para las familias y para el Estado.
Pensemos por un segundo en las personas más desfavorecidas que padecen una ENT y no tienen ni empleo ni seguro médico, frente a un sistema o un candidato a presidente que en campaña les dice que hay cosas más importantes en las que ocuparse.
Cambio de lente
A finales del año pasado, el ensayista holandés Rutger Bregman publicó Dignos de ser humanos: una nueva perspectiva histórica de la humanidad, que en pocas semanas se convirtió en un éxito de ventas en el mundo. Este libro plantea una idea radical: “En esencia, la gran mayoría de la gente es buena”.
Bregman no cae en las redes del positivismo tóxico. El autor retoma pasajes muy crueles de la historia de la humanidad para explicar por qué las cosas se tuercen. Pero confronta estos acontecimientos con evidencia científica para demostrar que personas como usted y como yo somos capaces de cooperar para superar con éxito situaciones adversas.
Sin ánimo de hacer spoiler, Bregman plantea una solución muy sencilla para sacar a la luz la bondad que llevamos dentro: cambiar el lente con el que observamos y juzgamos a los demás seres humanos. Ser realistas, sí, pero sin ser cínicos. Dejar de mirar a nuestro alrededor con hostilidad y desconfianza patológicas.
Este nuevo realismo es justamente la llave maestra de los ODS. ¿Y si el candidato presidencial se atreviera a repensar su respuesta? Dato importante: la desconfianza y el estrés crónico también ponen en riesgo la salud del corazón.
Manuela Ureña Ureña cuenta con más de 10 años de experiencia internacional en las Naciones Unidas y la Unión Europea. Oriunda de la zona de los Santos, asesora a pymes en el diseño y ejecución de estrategias de internacionalización, así como en el análisis de riesgos y relaciones institucionales asociados a ella. Es asidua lectora y fiel seguidora del músico canadiense Neil Young. Siga a Manuela en Facebook y Linkedln.
