El jugador de fútbol Idrissa Gueye está en riesgo de ser sancionado por el club Paris Saint-Germain (PSG) por negarse a vestir una camiseta que incluía un símbolo contrario a la discriminación que sufren los homosexuales.
Los datos figuran en informaciones aparecidas recientemente. Este caso nos sirve para evaluar cuán comprometidos estamos con la libertad de pensamiento.
¿Es bueno y necesario manifestarse contra la discriminación racial y contra la discriminación sexual? Sí: es un asunto moral que realmente ya no admite discusión.
Es una obligación moral —pero solo moral— a la luz del pensamiento ilustrado; mas, así como deseamos que todos rechacen la discriminación, así también debemos aceptar que algunas personas sean indiferentes o estén a favor de la discriminación, pues, aunque no nos guste —y no nos gusta—, ejercen su derecho a pensar a su manera.
¿Estamos todos moralmente obligados a manifestarnos en la misma forma contra la discriminación? No. Este es un asunto de libertad y de decisión personales.
Unos pueden ponerse una camiseta, otros pueden firmar un manifiesto, otros pueden pronunciar un discurso... Las formas son innumerables.
Que unas formas nos parezcan mejores que otras, ya es un asunto de opinión personal. Nadie está obligado a compartir nuestra opinión, y menos está obligado a aplicarla, así como los demás no están autorizados a obligarnos a seguir sus pareceres.
Libertad de conciencia
Que se sepa, Gueye no ha revelado sus motivos, aunque se ha dicho que son religiosos. Ante esto, algunos directivos y ciertos funcionarios de entidades de homosexuales exigen al futbolista que revele sus razones, so pena de ser castigado. Empero, esta demanda es una violación del pensamiento y de la intimidad ajenas.
Ni la Constitución ni las leyes de los países civilizados —como Francia— autorizan a exigir las razones de las conductas.
Incluso, un asesino puede reservarse los motivos que lo llevaron a cometer su crimen, por el que será igualmente condenado.
Hay libertad de conciencia y hay derecho a reservar las propias opiniones. De lo contrario, nos deslizaríamos hacia las torturas y hacia el totalitarismo.
Puede ser que el contrato club-futbolista incluya la obligación de ponerse la camiseta que los directivos del club escojan. No obstante, en tal caso, sigue rigiendo la libertad de conciencia.
Imaginemos un caso odioso e inverosímil: que los directivos escojan una camiseta que incluya una incitación a golpear a los niños.
¿Hay que ponérsela, pues la obligación figura en el contrato? No, obviamente.
En otros términos, es el mismo caso que nos ocupa: el futbolista se negó a vestir la camiseta en cuestión ya que, por algún motivo, hacerlo iba contra sus convicciones.
Empuje totalitario
Por último, si, para los directivos, Gueye debió moralmente ponerse la camiseta mencionada, el futbolista podría doblar y redoblar la apuesta.
Así, Idrissa Gueye podría exigir que los directivos del equipo Paris Saint-Germain y de las organizaciones de homosexuales se sumen a una huelga de hambre que iniciaría el futbolista contra la discriminación sexual.
Más aún, Idrissa Gueye podría invitar a tales personas a incinerarse con él cual bonzos y en protesta contra la discriminación sexual.
¿Se atreverían a suicidarse aquellas personas, tan exigentes con el futbolista? Probablemente no.
El “derecho” que los directivos creen tener sobre la conducta moral del futbolista es el mismo derecho que este tendría sobre los dirigentes a fin de pasar, todos, hambre y también para suicidarse.
Mal nos irá si cedemos espacios al empuje totalitario, el que viola la libertad de conciencia y la de pensamiento, aunque tal empuje se revista de “buenas intenciones”.
La dictadura puede empezar por donde menos lo imaginamos, y, cual decía un poeta, cuando vengan por nosotros, ya será tarde.
El autor es ensayista.
