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‘I can’t help falling in love with you’

Una noche navideña en compañía de un insólito taxista parisimo, que resultó cantante de ópera

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Salvo en su patanería, el taxista parisino no suele ser expansivo. Es posible —no más que eso— que el pasajero escuche algo parecido a un “buenos días” subterráneamente farfullado, cuando aborde el vehículo, y en un día venturoso, con viento propicio y la configuración de astros adecuada, podría hasta hacerse acreedor a un “gracias” que nace en el epicentro de las tripas, se abre paso a través del tracto digestivo y emerge bajo la forma de un cavernoso rugido. Víctima de un inexplicable acceso de locuacidad, el taxista podría soltar al desgaire algún comentario meteorológico… y hasta ahí llegará su cordialidad.








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