La crisis económica del 2008 fue provocada, en gran parte, por un exceso de gasto de los hogares, financiado con créditos provenientes del sistema financiero. El chaparrón que se vino sobre la economía mundial fue tan grande que todos salimos mojados. Los gobiernos reaccionaron rápido sacando el paraguas para evitar que nos mojáramos más.
Ese paraguas fueron los planes de estímulos fiscales y monetarios. La idea era que los gobiernos gastarían mucho para compensar lo que los hogares gastarían de menos. A la vez, los bancos centrales empezarían a inyectar grandes masas de dinero para, con ello, bajar las tasas de interés y devaluar sus monedas. Todo eso motivaría más gasto de parte de los hogares y más inversión de parte de las empresas, reactivando la economía y superando así la crisis.
Es decir, la solución a una crisis de exceso de gasto era generar más gasto. Para ello, los gobiernos debían endeudarse masivamente. Durante el periodo 2007-2014, la deuda pública mundial creció a un promedio anual del 9,3%, lo cual es un ritmo casi cuatro veces mayor que el crecimiento de la producción, y el triple que el de la deuda de los hogares y de las instituciones financieras, según un estudio de la consultora Mckinsey.
Ocho años después de haber estallado la crisis, todavía no está claro que haya sido superada. La sombra del exceso de endeudamiento público, más allá de la capacidad productiva de algunos países, tiene a más de un gobierno en una encrucijada. Los bancos centrales dudan de cuándo podrán subir las tasas de interés a niveles más normales, por miedo a generar una nueva recesión. Y, aunque la producción y el consumo se han recuperado parcialmente, en muchos países el desempleo sigue estando muy elevado.
De esta situación, yo saco un par de lecciones. Una, que las políticas de estímulos fiscales y monetarios son soluciones paliativas a corto plazo. Aumentar el gasto público, bajar tasas de interés y devaluar la moneda, solo tiene un efecto momentáneo, pero no resuelven los problemas estructurales de crecimiento o empleo de una economía. Dos, que el nivel de endeudamiento, tanto público como privado, debe ir acorde con la capacidad productiva del país. De ahí que políticas estructurales que fomenten un mayor crecimiento económico son fundamentales.
Se puede decir que, para evitar caer de nuevo en una gran crisis económica, hay que revisar bien la estructura del techo de la casa. El paraguas no evita que nos mojemos cuando se viene un gran chaparrón.
Luis Mesalles obtuvo su doctorado y maestría de Economía en The Ohio State University y su bachillerato en Economía en la Universidad de Costa Rica. Actualmente, es socio consultor de Ecoanálisis y gerente de La Yema Dorada. Participa en varias juntas directivas. Anteriormente, fue vicepresidente de la Junta Directiva del Banco Central de Costa Rica, presidente de Academia de Centroamérica, profesor en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Stvdium Generale.