La salsa de la vida es que uno nunca sabe. Hacemos planes y, ¡frun!, pasa algo que no pensábamos. A veces, lo imprevisto nos da sorpresas agradables; en otras, nos demuele. Nos ilusionamos con la idea de que planeamos nuestras vidas, pero la terca realidad siempre nos baja de esa nube.
Con todo, no vivimos en un permanente estado de sobresalto, pues nuestra vida en sociedad se apega a patrones bastante predecibles. En otras palabras, si la existencia de un individuo puede torcerse en cualquier momento, como una hoja al viento, la vida social es un poco más resiliente.
A pesar de esa mayor estabilidad, las sociedades también están sometidas a disrupciones que abren nuevos cursos de evolución como, por ejemplo, una crisis o la difusión de una nueva tecnología. Aunque pueden ser anticipadas, la fecha exacta en que emergerán, su intensidad o consecuencias, siguen sin poder ser vaticinadas con precisión.
Ando con esas cavilaciones cuando pienso sobre lo que se traerá el próximo año. En lo que a mí y mis seres queridos respecta, no tengo la menor idea, pero sí deseo que sea algo bueno. En lo que corresponde a nuestra sociedad, los indicadores a mano sugieren que va a ser un año difícil.
Aun cuando se apruebe el plan fiscal, en el 2019 requeriremos nuevos ajustes, es decir, más sacrificios. La inversión pública (social y de otros tipos) se verá afectada. Eso hay que tenerlo claro. A menos que ocurra algo inesperado, es probable que tengamos un bajo crecimiento económico y un mal desempeño en el mercado laboral. Son previsibles, también, nuevas tensiones sociales y políticas. El panorama pinta difícil.
Cualquiera puede interpelarme, con razón: “Ay, Varguitas, ahora va de pitoniso. Mójese: ¿Qué va a pasar? ¿Cuán difícil será?”. Ojalá supiera, pero no lo sé: los específicos dependen de muchas incógnitas, empezando por la decisión de la Sala IV sobre el plan fiscal. ¿Que me gustaría tener la bola de cristal? ¡A quién no!
Sí, sé que hay que prepararse para tiempos difíciles. Dos sugerencias preventivas: por una parte, arrancar cuanto antes un diálogo político entre el gobierno, los partidos y los sectores sociales. ¿Sobre qué? Las nuevas rondas de ajuste fiscal, la reactivación económica y la protección a los más rezagados. Por otra, meterle innovación a la política pública: un compromiso de hacer más y mejores cosas con los mismos recursos públicos, o quizá hasta con menos.