La pandemia nos legará una crisis económica y social. No tenemos certeza sobre su duración y profundidad; sin embargo, pueden preverse dos efectos: primero, que nuestra sociedad se empobrecerá, aunque de manera desigual (muy duro lo tendrán los trabajadores y las capas medias); y, segundo, que avanzar hacia una era de progreso y bienestar será un camino lleno de sacrificios.
Pensar acerca de la distribución de esos sacrificios para salir del hueco es vital. ¿Quién aportará “qué”, “cuánto” y, en especial, “para qué”? Hablamos de la economía política del manejo de la crisis, tema que hoy se disfraza con el engañoso término de “reactivación económica”.
Estemos claros: una vez que, a corto plazo, “reactivemos” la economía prepandemia el problema que enfrentaremos es más complicado. Hace tiempo nuestro aparato productivo renquea por el lado del empleo, la productividad y las desigualdades sociales. Habrá que entrarles a estos problemas estructurales, a los que se sumará el manejo de una desastrosa situación en las finanzas públicas.
Una pregunta lleva a otra. La distribución de sacrificios pertenece al ámbito político, ahí, donde se toman las decisiones públicas. Pero ¿en cuál escenario político en el que nos moveremos?
Partidos políticos y organizaciones sociales tienen en sus manos el que la crisis económica y social dé origen, o no, a una crisis política, una fase de confrontación aguda, violenta, alrededor del problema distribucional y del rumbo posterior de nuestra sociedad, que produce inestabilidad y gobiernos incapaces de poner orden.
Un escenario no deseado sería el hobbesiano. Hobbes fue un filósofo político inglés que dijo que el estado de la naturaleza es un “todos contra todos”. En este escenario, la crisis política se convierte en una crisis de nuestra democracia.
¿Tendremos la sabiduría de no “matarnos” entre nosotros? Hay señales preocupantes: veo a no pocos sectores preparándose para un buen pleito, pues quieren imponer al resto sus recetas. Sin embargo, veo también un país que ha vuelto a confiar en sus capacidades y en la solidaridad para enfrentar graves problemas.
Mucho depende de lo que, desde ahora, el gobierno haga para crear canales de comunicación para ir pensando en lo que sigue. Canales que abran paso, cuando se pueda, a mecanismos de diálogo y concertación. Caminamos sobre el filo de una navaja.
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El autor es sociólogo.