En todo el barullo electoral, pasaron casi inadvertidas las sentencias de la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre los litigios entre Costa Rica y Nicaragua. Sin embargo, por varias razones, ellas son un acontecimiento muy importante.
La Corte falló favorablemente para los intereses de nuestro país. Estableció que Nicaragua debe indemnizarnos por los daños cometidos por la draga de ese doctor en geografía e ingeniero fluvial que es Edén Pastora. Determinó que el área donde se asentaba un campamento militar nicaragüense era, en efecto, nuestra y ordenó desmantelarlo.
Y, lo más importante de todo, fijó los límites marítimos entre ambos países tanto en el Caribe como en el Pacífico y zanjó una disputa que se perfilaba para largo. Este era el problema principal: miles de kilómetros de mar en disputa, intereses petroleros y pesqueros de por medio, que la Corte dirimió de manera cercana a lo que nuestro país proponía.
En un pleito legal, casi nunca se recibe el 100 % de lo que se pide. Sin embargo, lo que se obtuvo se acerca mucho a esa meta. La buena noticia es que el gobierno nicaragüense, rápidamente, dijo que aceptaba los fallos. Los sucesivos gobiernos de Chinchilla y Solís acertaron en darle prioridad y continuidad a la participación tica en La Haya.
Más allá de la contabilidad de ganancias y pérdidas, los fallos de la Corte subrayaron la utilidad del derecho internacional para dirimir un conflicto internacional. Ese derecho es vital para nuestro país, pues, sin ejército, su seguridad nacional depende mucho del funcionamiento de los imperfectos regímenes internacionales. Y, en esto, una cosa hay que entenderla clarita: en los tribunales a veces le va bien a uno, a veces no. En ambos casos, en una democracia se acata lo que el juez decida.
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Los fallos de La Haya mejoran condiciones para relanzar las relaciones entre ambos países: quitan mucho ruido del ambiente. No se trata, ilusamente, de impulsar políticas de amplio espectro con nuestro vecino, pues el gobierno autoritario de Ortega es el que es y no ha cambiado, pero sí ampliar cautelosamente el trabajo en temas de cooperación práctica interfronteriza como la seguridad, el narcotráfico, las aduanas. Otras cosas se podrán explorar de acuerdo con los resultados que se obtengan.
Las relaciones entre Costa Rica y Nicaragua seguirán siendo distantes, pero es de interés nuestro que sean funcionales.
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