De las poquísimas veces que he participado en una tamaleada navideña, recuerdo la costumbre de utilizar los ingredientes sobrantes, al final de la jornada, en la preparación del famoso tamal tonto.
Restos de carne, pollo, frijoles, aceitunas, arroz, maíz, huevo duro, zanahoria y cuanta cosa quedaba sobre la mesa daban forma a un portentoso bodoque de calorías capaz de arruinar la más exitosa dieta.
Luego algún comensal, que posiblemente no participó en la preparación de la masa, ni cortó hojas, ni picó nada, devoraba el platillo mayor con una buena taza de café o una aguadulce.
Pero esto no solo ocurre durante las tamaleadas del cierre del año. En campaña electoral, es común que los políticos no quieran quemarse con asuntos candentes y esperen el momento oportuno para llevarse el mejor bocado.
A menos de dos meses para las elecciones, desconocemos qué medidas concretas (no me refiero a enunciados filosóficos) tienen los candidatos para enfrentar los grandes retos del país.
Las propuestas puntuales al déficit fiscal, el desempleo, la pobreza, la inseguridad, el deterioro de la infraestructura y el rezago educativo son ingredientes que todavía no se le agregan al “tamal”.
Aunque la olla está hirviendo, no han detallado cómo promoverán la reactivación económica u obtendrán ingresos para sostener los programas sociales y pagar la onerosa planilla pública.
No me extraña que un 41 % de los que afirman estar decididos a ir a votar no hayan definido a quién van a respaldar.
Según la última encuesta del CIEP, de la Universidad de Costa Rica, los indecisos crecieron siete puntos porcentuales con respecto a octubre.
Es posible que muchos estén esperando conocer un poco más las iniciativas de los aspirantes y la conformación de sus equipos de gobierno para tomar una decisión informada.
A juzgar por el curso que lleva la propaganda, todo parece indicar que la receta está aderezada con mensajes sin contenido y una narrativa poco elaborada.
A lo mejor, aguardan que otros se ensucien el delantal para luego tratar ellos de comerse el tamal más grande. Ojalá no seamos tan ingenuos para dejarnos quitar tan fácilmente el bocado.
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