Costa Rica y Perú comparten un pasado en el que un grupo, principalmente de migrantes europeos, ejercieron el dominio de sus territorios y al que se suele caracterizar como una oligarquía.
Para los historiadores peruanos Manuel Burga y Alberto Flores Galindo (Apogeo y crisis de la república aristocrática), el elemento distintivo de una oligarquía es su posesión de amplias extensiones de tierra. Sin embargo, el análisis de la sociedad se empobrece y nuestra comprensión se vuelve torpe cuando, como diría Max Weber, se analiza únicamente a partir de conceptos colectivos —como los económicos— y se pierden de vista las subjetividades de la época.
Las oligarquías criollas se reconocían también por sus apellidos, lazos de parentesco, modales y gustos, generalmente “importados” de París y Londres, que las ayudaban a distinguirse, como diría Pierre Bourdieu, de los sectores medios.
No eran solo terratenientes, comerciantes y banqueros, sino también militares, obispos, abogados, rectores y catedráticos, que fundaron sus clubes nacionales como espacios exclusivos de reunión y crearon periódicos y partidos políticos para gobernar con mano dura o un poco más suave, es decir, patriarcal o paternalmente, en el sentido antiguo, según las circunstancias.
Pero el “aquí mando yo” era la consigna cultural del gamonal, capataz, cacique u oligarca en su hacienda, pues, según José Carlos Mariátegui, sustentaba su administración en el gobierno tiránico de los subordinados.
Se trataba de los campesinos indígenas o pobres, cuya vida miserable fue evocada por novelistas como José María Arguedas (El zorro de arriba y el zorro de abajo), Ciro Alegría (Los perros hambrientos), Joaquín García Monge (El moto, Hijas del campo) o Claudio González Rucavado (El hijo de un gamonal).
En Perú, patria de origen que comparto con la diputada Pilar Cisneros, los gamonales incluso mandaban en los caminos públicos alrededor de sus haciendas como si fueran propios, pues cobraban peaje a los paseantes, quienes solo podían hacer el viaje con su salvoconducto.
Sentían la frustración de no ejercer un poder absoluto y, por eso, una dimensión importante de su personalidad era la enconada rivalidad hacia otros de su mismo estamento. Sus enfrentamientos con sus semejantes estaban imbuidos de odios y rencores.
Culturas políticas distintas
A partir de determinado momento, sin embargo, las historias de Perú y Costa Rica se bifurcaron. Mientras allá los golpes militares —o disfrazados de civiles, como con Fujimori— continuaron y todavía no sabemos si se repetirán, Costa Rica acordó un pacto social democrático que, no sin lucha y sufrimiento, perdura. Además, realizó un movimiento clave: abolió el ejército.
De hecho, algunas familias migrantes peruanas que llegaron a Costa Rica a comienzos de la década de los 70 del siglo XX buscaron eludir las acciones arbitrarias de la dictadura militar de turno y procurarse la protección de las garantías democráticas que este país sí tenía.
Esa dictadura fue la del general Juan Velasco Alvarado, cuyo proyecto político, a diferencia de la mayoría de los regímenes militares en el continente, era de izquierda.
El “gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas”, como se autodefinía, impulsó una reforma agraria que se anticipó —y así desinfló— lo que se encaminaba a ser un levantamiento campesino contra el gamonalismo en el sur andino, estatizó los pozos petrolíferos, estableció que los sindicatos debían coadministrar las empresas privadas y expropió los medios de comunicación, que luego repartió entre varios gremios.
Aunque usted no lo crea, a buena parte de la izquierda peruana le pareció poca cosa, apenas algo “reformista”.
En el caso de la diputada, leo en Wikipedia que, siendo su padre el director ejecutivo de la compañía privada de capitales peruanos y estadounidenses Aerolíneas Peruanas S. A., el retiro de las inversiones externas que produjo el régimen llevó la compañía a la quiebra.
El gobierno militar nombró entonces una comisión presidida por un mayor de la Fuerza Aérea para analizar la situación y este “acusó a la junta directiva de delitos fiscales”, persecución que carece de credibilidad por venir de un tipo de régimen que, como sabemos, no respeta la Constitución ni la separación de poderes, no garantiza procesos judiciales creíbles ni respeta el principio de la presunción de inocencia.
Cambios incomprensibles
Conocí a Pilar al llegar mi familia aquí, en 1974, como una joven amable y solidaria que formaba parte de un pequeño grupo de peruanas que habían migrado, no recuerdo si uno o dos años antes.
Hoy, como a sus amigas más cercanas, las periodistas Patricia León e Isabel Ovares, me cuesta entender la conducta de la diputada como una de las voceras principales de este gobierno. Habla de sí misma en tercera persona y se obstina en continuar formando parte de una administración que parece ver la cultura democrática costarricense como un obstáculo.
Alienta los ataques contra medios de comunicación independientes en los que trabajó durante la mayor parte de su vida y gracias a los cuales su imagen diaria en un telenoticiario le granjeó la ascendencia entre la población costarricense que hoy mal utiliza.
Resulta chocante, sobre todo, que hostilice, sin pruebas, como haría cualquier dictadura militar, a su colega periodista Vilma Ibarra, directora del programa radiofónico Hablando claro, y aliente discursos de revancha y destrucción, propios de troles que incluso instigan al delito. ¿Qué se busca al andar por este camino?
Junto con la cultura democrática, más consolidada en Costa Rica que en el Perú, la cultura del gamonalismo sigue presente en algunos sectores de ambas poblaciones.
Por eso, no es exagerado poner mucha atención al lenguaje que utilizan los partidos, a los gestos de sus políticos y a declaraciones como la del presidente en su conferencia del miércoles, cuando ilusamente insinuó que teniendo una mayoría legislativa en el 2026 cambiaría la Constitución, de modo que, entonces, como los viejos gamonales, los funcionarios vuelvan a decir “aquí mando yo”.
La autora es doctora en Estudios Sociales y Culturales, socióloga y comunicadora. Twitter @MafloEs.