El primer año de gobierno del presidente José María Figueres fue tan convulso como la precampaña y contienda electoral que precedieron su elección en febrero de 1994.
Noticiosamente fue un año abundante, con algunas informaciones esperanzadoras y la mayor parte aterradoras, sobre todo en lo referente al rumbo económico del país.
En el campo político la incertidumbre y las contradicciones predominaron en el período. El ajuste del Gabinete se logró casi al año, lo mismo que el comprender que el opositor partido mayoritario --la Unidad Social Cristiana (PUSC)-- es el interlocutor ineludible.
Aparte del afer del Banco Anglo, la grave situación económica actual es, en parte, producto de esa negativa a dialogar y a resolver las principales controversias dentro del bipartidismo.
Sin embargo, la celebración --esta primera semana de mayo-- del primer aniversario del ascenso al poder de la administración Figueres permite pronosticar un mejor año, de resoluciones importantes para Costa Rica, gracias al sorpresivo acuerdo logrado, el viernes anterior, entre el partido gobernante --Liberación Nacional (PLN)-- y el PUSC.
Sus respectivos líderes, el presidente Figueres y el exmandatario Rafael Angel Calderón suscribieron un compromiso de concertación, aplaudido por todos, excepto por el sector sindical. (Los líderes gremiales no quieren ceder ni uno de sus privilegios.)
Aparte de este sector, los empresarios y políticos de ambas agrupaciones mayoritarias --el PLN y el PUSC--, así como la prensa nacional han respaldado la negociación bipartita.
A mí también me anima ese sentimiento positivo que, sin embargo, no significa el éxito inmediato en las gestiones del Gobierno en los campos económico, laboral y de la salud, para mencionar algunos. El acuerdo es una muy oportuna declaración de intenciones (como en el FMI, el BID y el Banco Mundial) que no asegura el cumplimiento de las metas acordadas.