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El príncipe Guillermo aseguró que su mayor deseo es dejarles un planeta habitable a sus hijos y a los hijos de los demás. (HANDOUT/AFP)
A la sugerencia de que pudiera interesarle unirse a la lista de personajes famosos —millonarios, los más— que realizan fútiles y contaminantes viajes de turismo espacial, el duque de Cambridge, segundo en la línea de sucesión de la corona británica, respondió con una seria reprimenda dirigida a los fastuosos acróbatas, a quienes les recordó que nuestro planeta se enfrenta a muy acuciantes problemas cuyas soluciones se adelantarían si se contara para ello con el talento científico y los recursos materiales que se dilapidan en sus decadentes exhibiciones. Lo dijo en su idioma y con extrema gentileza, pero nuestra traducción es técnicamente correcta. En el cierre de su diplomática regañada, el potencial futuro monarca aseguró que su mayor deseo es dejarles un planeta habitable a sus hijos y a los hijos de los demás.
En otras palabras, el duque parecía advertirles: «Escuchadme, saltimbanquis, la carpa del circo está en llamas y vosotros continuáis haciendo piruetas en el trapecio mientras los bomberos tratan de protegeros del fuego».
Eso sí, nos parece injusto que el enojado duque la cargara también contra los científicos porque contribuyen con sus conocimientos y aptitudes a disparar las balas humanas rumbo al espacio y a recibirlas de vuelta sin que se les rompan testas y costillas. No se puede negar que, en el caso, alguna falencia ética es achacable a los científicos, pero es de preguntarse si estos no están atrapados en el dilema del conductor de taxi a quien, cierta noche, un turista le ordena que lo conduzca hasta un prostíbulo. Después de todo, algo peor podría decirse de los científicos que participan en el perfeccionamiento de sofisticados misiles hipersónicos para las fuerzas armadas de los países sobre los que un día regirá el duque de Cambridge.
¿No debería el duque abogar desde ahora por el desmantelamiento de la industria militar espacial del Reino Unido y sus aliados, y proponer al mismo tiempo que los recursos científicos y materiales que se dedican a ese fin homicida se reorienten al estudio de los problemas climáticos y sanitarios que enfrenta el planeta y a la búsqueda de soluciones para ellos? No cabe duda de que si hubiera financiación para estos fines la gran mayoría de los científicos tendrían la decencia de transformar el circo en algo útil.
El autor es químico.