Luego de varios años de congojas e incertidumbre, el sector turístico parece comenzar a recuperarse de la debacle sufrida durante la pandemia.
El Instituto Costarricense de Turismo (ICT) reportó que la llegada de vacacionistas en avión, en el primer semestre del 2023, superó a la del mismo período del 2019.
Esta es la primera vez que la visitación sobrepasa los registros previos a la emergencia sanitaria, impulsada por un mayor ingreso de europeos y estadounidenses.
Reflejo de esta tendencia es el hecho de que varias aerolíneas aumentaron, en los últimos meses, la frecuencia de viajes a nuestro territorio.
No obstante, en medio de estos esperanzadores datos, sería bueno detenerse un poco a evaluar la calidad de las experiencias que el país ofrece al visitante.
Los vacacionistas vienen con grandes expectativas, debido a la fama que hemos cosechado en el exterior como un destino verde, tranquilo y pura vida.
Actividades de aventura, el turismo sostenible, el turismo médico y el turismo de convenciones destacan entre nuestros nichos principales.
Los viajeros no dudarán en recomendarnos en sus redes sociales si pasan una estancia memorable, o en crucificarnos si sufren algún desencanto.
No cabe duda de que un tuit, un posteo o una historia difundida por un viajero complacido tienen en este momento un efecto promotor de enorme alcance.
De ahí la importancia de velar por aspectos fundamentales, como la calidad de los servicios y la seguridad de los viajeros. Sobre este último punto, es necesario detenerse.
El martes, ocurrió la lamentable muerte de un turista puertorriqueño durante un tour de rafting en el río Grande de Orosi, en Paraíso de Cartago, un funcionario de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados de su país que decidió venir a Costa Rica con la familia y otros conciudadanos a disfrutar de un período de descanso.
Sin embargo, el paseo se convirtió en una tragedia sobre la que giran una serie de interrogantes que las autoridades han dejado sin contestar.
No sabemos, por ejemplo, si el accidente fue producto del infortunio, de un error humano, de la negligencia o de la combinación de todo lo anterior.
El riesgo es que los vacíos de información sean llenados por distorsiones que puedan repercutir en forma negativa sobre la actividad turística. Debemos cuidar esos grandes detalles.
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El autor es jefe de información de La Nación.