Un año después de haber iniciado la crisis, Daniel Ortega sigue sin aplacar el rechazo ciudadano a pesar de haber fortalecido la propaganda y controlar las calles a través de la policía. Sin embargo, por prudencia o por temor, la mayoría prefiere callar y evita manifestar su descontento en público para no ser víctima de represalias.
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Policías y paramilitares encapuchados fuertemente armados recorren la ciudad en camionetas, mientras otros quitan adoquines de las calles.
Un millar de hombres con armas pesadas entraron a la localidad; ‘intento de golpe está acabado’, dice representante gubernamental.