Boca de San Carlos, Pital. Pagó ¢15.000 por el pasaje de tres adultos; los tres niños no pagaban.
Cuando los encontró la Policía de Fronteras, había gotas en su frente, tal vez por culpa del río San Juan, recién cruzado; quizás por la angustia de perder su dinero en un fallido intento por ingresar, como ilegal, a suelo costarricense.
Él y su familia, todos originarios de Nicaragua, llevaban media hora de bordear la frontera norte en una barcaza con siete hieleras, bicicletas, 20 maletines y otros 60 nicaragüenses con lo mismo en mente. Ese martes (15 de octubre) no se trataba de recoger piña o café, sino de lanzarse, uno por uno e inadvertidamente, a la orilla tica.
Tras desembolsar ¢15.000 por el “flete” en San Carlos de Nicaragua, Argusto Altamirano, de 35 años, embarcó en El Castillo y se bajó una hora después, con sus cinco parientes, cerca de Boca San Carlos. Era la 1 de la tarde.
Pero de este lado los esperaban dos policías de Fronteras. Desde mediodía, las autoridades realizaban, por tierra, el mismo trayecto que recorre esa barca todos los días de la semana (martes y viernes sin falta) con al menos medio centenar de pasajeros. Son, en su mayoría, indocumentados que tienen su mira en Costa Rica. Y ese no es el único barco. Los oficiales detendrían ahí mismo a otros 42 indocumentados a la madrugada siguiente.
Mientras la familia Altamirano sacaba a la vista cobijas y ropa, la decepción era evidente en los ojos de los tres adultos, quienes recordaban cómo hace cuatro años lograron subir la cuesta empinada que aparece al tocar margen tico.
Esa vez caminaron 30 kilómetros hasta Boca Tapada, en Pital. En aquella ocasión, Argusto, su mujer, dos hijos de 6 y 2 años, así como su cuñada Zobeida Duarte y un hijo de ella, se quedaron a vivir y sembrar piñas como ilegales.
El martes llegaron a ese poblado, pero en el Toyota de la Policía de Fronteras. Los seis fueron trasladados a la delegación de Pital, donde horas después llegaría Migración a definir su suerte.
En delegación. “Son ¢5.000 por flete en bote y unos colones más si quiere ‘coyote’. El precio depende de lo largo que usted vaya; si va más abajo de Boca (San Carlos), cobran más. El bote viene parando todo el camino y tira a la gente en la orilla. Eso sí, el boleto toca comprarlo antes de montarse”, explicó Argusto con galleta Soda y una gaseosa Fanta en mano.
Dejó claro que ellos no son de usar “coyote” (intermediario que guía su entrada al país), sino que toman un taxi o bus. A Argusto nadie le dijo que, desde setiembre, 190 nuevos policías patrullan a diario los 300 kilómetros del cordón fronterizo entre La Cruz y Sarapiquí.
“Siempre venimos arriesgando (se ríe), pero diay, uno es bruto. Si él (Argusto) se viene solo, no hace nada porque tiene que buscar quién le cocine, le lave y le aplanche”, justificó la pareja de Altamirano, sentada en la delegación.
El policía Julio Mora contó lo que cuesta “agarrar” a extranjeros indocumentados, pues muchos duermen en el bosque y salen de madrugada.
Las ansias de vacacionar 15 días en su país y luego regresar dieron al traste con el plan de esta familia. Pero van a reintentarlo; pueden hacerlo las veces que quieran sin riesgo de ir a la cárcel o pagar multas.
Si son rechazados por falta de papeles, Migración impedirá su entrada por cinco años. Si incumplen y reinciden, no podrá hacer más que sacarlos otra vez.
Al menos 50 nicaragüense intentan cada día burlar la vigilancia fronteriza norte en una barca, según informó Allan Obando, subdirector de la Policía de Fronteras.
Andrea Quesada, de la Dirección de Migración y Extranjería, comentó que lo usual en estos casos es que se rechace su ingreso, pues deportarlos resulta caro y tedioso.
Solo en los puestos migratorios de Los Chiles y Peñas Blancas fueron rechazados en el 2012, 5.739 extranjeros, lo que representó el 76% del total de impedimentos en el país. Para este 2013, se han rechazado a 2.541 extranjeros.
El año pasado, Migración rechazó a 5.310 nicaragüenses y deportó a 521: unos 43 por mes. Diciembre y agosto fueron los meses más intensos de ese año.