Los monjes benedictinos del Monasterio San José afirman ser un grupo religioso único en Centroamérica. Son seis adultos, entre los 20 y 40 años, que dedican su vida a la oración y a trabajos manuales como la agricultura y la construcción.
Ellos pertenecen a la orden de Benito de Nursia, un antiguo cristiano considerado el iniciador de la vida monástica en Occidente, venerado como santo por las Iglesias católica, ortodoxa y luterana; y conocido como el “patrón de Europa”, por contribuir a la evangelización cristiana en ese continente.
Su principal particularidad es que se dedican a la contemplación a Dios y de las realidades celestiales mediante el claustro, es decir encerrados y sin una vida convencional. De acuerdo con su prior (líder), Oldemar Antonio Calvo Solís, esto es lo que los vuelve distintos a los demás monasterios centroamericanos.
“Somos el único monasterio de hombres de vida contemplativa de la Orden de San Benito en todo Centroamérica. Comenzamos en 2014, gracias al apoyo económico de las abadías Christ in the Desert (Estados Unidos) y Santa María de la Epifanía (Colombia), que además nos colaboraron en materia espiritual y formativa, con la visita de varios monjes para la guía y acompañamiento de nuestra comunidad”, contó Calvo.
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Este grupo de religiosos saltó a la luz pública esta semana con denuncias contra el obispo de Cartago, Mario Enrique Quirós, quien, según ellos, los ha “perseguido” por años para “eliminar” su “presencia” en la diócesis y quitarles los terrenos de su monasterio, levantándoles “calumnias y falsas acusaciones” para finalizar su experiencia monástica.
Calvo aseveró que Quirós se ha dejado llevar por mentiras dichas por personas que se retiraron o fueron expulsadas de la comunidad, quienes alegaban que a lo interno existe censura, trabajo forzado y que no se reza lo suficiente. “Solo les faltó decir que los teníamos secuestrados”, exclamó.
“Él se ha dejado llevar por cosas que han dicho exintegrantes, pero no tiene una certeza, porque durante los tres años que tenemos de estar bajo él, nunca se acercó a nosotros, siempre fue un obispo ausente; incluso espiritualmente y él lo sabe, porque hasta eliminó al delegado enlace que teníamos con la diócesis”, agregó.
Ante estas afirmaciones, la diócesis de Cartago respondió a este diario que el cierre del monasterio fue comunicado con anticipación a los monjes “como resultado de no obtener los frutos esperados” durante su existencia, al tiempo que rechazó las acusaciones planteadas.
Venta de pan
El Monasterio San José subsiste gracias a los aportes económicos que envía una abadía (convento cristiano) ubicada en Nuevo México, Estados Unidos. Además, consigue fondos mediante la venta de pan y artículos religiosos fabricados por los propios monjes, que comercializan por una pequeña ventanilla en el lugar.
Por mes generan cerca de ¢800.000, los cuales utilizan para pagar la luz, el agua y el crédito con el que compraron el terreno donde se encuentra su monasterio, en Paraíso de Cartago. La propiedad pertenecía a una mujer de apellido Figueroa y actualmente está en venta, por un valor de ¢700 millones.
Calvo explicó que desean vender el terreno para irse a un lugar más alejado de la ciudad, que les ayude a desarrollar mejor su vida en claustro. Dijo que la finca está bajo el nombre de una figura legal que crearon desde 2014, llamada Asociación para la Vida Monástica de Monjes del Monasterio Benedictino.
También aclaró que su retirada de Paraíso no obedece al choque que han tenido con el obispo, pero que también han enfrentado problemas con algunos cartagineses que inventan que los monjes pasan por las casas cobrando dinero a los vecinos de la zona. “Eso no es verdad y si tienen testigos que los pongan”, reclamó.
Además, rescató que incluso se han sentido “perseguidos” por el obispo y algunos curas de la localidad que hasta les reclaman cuando publican en su página de Facebook convocatorias para aquellos interesados en unirse al monasterio. “Decían como: ¿para qué suben eso? Eso es como tonto”, subrayó.
En ese sentido, Calvo recordó que en lecturas religiosas se dice que Dios le envió un mensaje a San Benito en el que le prometió que “cualquiera que persiga la Orden de San Benito y no se arrepienta, verá sus días acortados y morirá una muerte horrible”, en relación a una historia sobre la muerte de un opositor del grupo.
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Orar y trabajar
Desde que se inició la pandemia, el Monasterio San José no ha vuelto a recibir nuevos integrantes. Actualmente está conformado por seis hombres, incluido un joven de 21 años. Todos se levantan a las 4 a. m. para comenzar a orar y trabajar a diario, sin falta y sin excusas.
Se fundaron en 2014 luego de dos años de preparativos y búsqueda de postulantes. Al inicio se reunían un fin de semana al mes con el nuncio apostólico (embajador del Vaticano aquí) para conocer sobre la espiritualidad benedictina y la vida monástica, ya que ninguno era sacerdote, solo personas cercanas a la Iglesia.
“En la orden existen dos ramas: la vida activa que se trata de tener colegios y demás espacios para educar, y la vida contemplativa, que es la de nosotros. Actualmente, aunque no nos toque, también le damos comida a personas en situación de calle o adictos que nos tocan la puerta; acá ya viven dos”, contó el líder religioso.
Calvo, quien es enfermero de profesión, explicó que los requisitos para pertenecer al monasterio son: ser mayor de 21 años, tener bachillerato, llevar una carta recomendación de alguna parroquia, cumplir todos los sacramentos, tener la hoja de delincuencia limpia y ser una persona entregada a Dios.
Para ingresar al grupo primero se debe cumplir un periodo de prueba de dos meses para verificar si de verdad se desea vivir en el monasterio y cumplir con todas las reglas de los monjes. Pero si el postulante quiere retirarse y desistir de ser parte de la agrupación, puede hacerlo sin ningún compromiso.
De momento, el grupo está buscando un nuevo espacio físico para trasladarse a otro lugar del país y quizá unirse a otra diócesis. También se está asesorando con un abogado experto en derecho canónico para superar el enfrentamiento con el obispo de Cartago y continuar su vida monástica como dicta la Orden de San Benito.
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