"Desde que quedé embarazada empecé a recibir golpes. A él nunca le interpuse medidas ni pedí ayuda. Un día después de ir a ver un partido juntos a un bar, él se desapareció y yo me fui a la casa a dormir, cuando llegó de madrugada borracho, me despertó a punta de golpes. A la mañana siguiente, cuando vio lo que me había hecho, decía que no se acordaba de nada. Ese fue el día en que decidí alejarme”.
Así inicia el relato de Alicia (identidad protegida), una joven de 23 años vecina de Cañas, en Guanacaste.
Ella es una de las víctimas de violencia que recibió ayuda mediante el Comité Local para la Atención Inmediata y el Seguimiento de casos de alto riesgo por Violencia contra las Mujeres (Clais) en Cañas, que funciona como brazo del Instituto Nacional de la Mujer (Inamu) y el Poder Judicial para atender a víctimas de agresión.
LEA MÁS: Cada cinco minutos una mujer pide auxilio por violencia doméstica
Alicia tenía 16 años cuando sufrió las primeras agresiones estando embarazada. Ella se había ido a vivir con el padre de su bebé, quien era seis años mayor.
Tras soportar cuatro años de maltratos, logró alejarse del padre su hija.
“Hace poco, cuando yo me separé de la segunda pareja, quiso volver. Me llamaba y me buscaba y hasta tuve que ponerle medidas porque me dijo que me iba a mandar en una bolsa plástica donde mi mamá”, recordó.
Un año después de alejarse de su primer compañero, inició una nueva relación que a los pocos meses también se convirtió en un calvario.
“Al inicio me hablaba y me decía que cómo era posible que un hombre me maltratara. Al tiempo empezó a celarme, a esperarme afuera del trabajo y trataba mal a mi hija”, recordó.
Le revisaba el celular, le impedía estudiar y, en ocasiones, hasta ver a su familia.
Tras las primeras agresiones, la joven denunció al hombre y logró que lo metieran a la cárcel durante un mes.
“Cuando salió de la cárcel me dijo que yo iba a pagar el tiempo que él pasó encerrado”, comentó.
Tras soportar más y más golpes, Alicia tomó la decisión de abandonarlo, pero antes de que llegara el día planeado, enfrentó un nuevo episodio de violencia que casi le cuesta la vida.
“Ese sábado volvió tomado y empezó a oler droga. Me dijo que nos montáramos en la moto para ir a recoger a mi hija que se había quedado donde mi mamá desde el viernes. En eso no agarró para Cañas (donde vivían sus padres) sino que se fue para otro lugar, se detuvo en un lugar oscuro y empezó a golpearme.
"Hay cosas que no me acuerdo. Solo sé que, de pronto, los golpes ya en un momento no los sentía. Después, me subió de nuevo a la moto y me llevó de nuevo a la casa”, relató.
A la mañana siguiente, cuando su madre empezó a llamar para que fueran a recoger a su hija, el sujeto intentó impedirle que fuera a donde su familia.
Sin embargo, logró que la llevara a la casa de sus padres.
“Llegué con los dos ojos casi cerrados, un mordisco en la espalda, golpes en la cabeza y me dolían las costillas, casi no podía respirar (...) Ese día mi familia me dijo que tenía que demandarlo, él me pidió que no lo demandara y yo le dije que si me traía mis cosas, a donde mis papás no lo demandaba”, contó.
Así logró salir de ese ciclo de violencia.
“Mi papá duró 15 días para verme a la cara. Finalmente, mi familia me convenció de que tenía que demandar”, dijo.
El agresor se encuentra actualmente cumpliendo una pena de cuatro años de cárcel.
Tras acudir al Clais de Cañas, la joven obtuvo una beca, terminó el bachillerato y, actualmente, está realizando un curso de asistente de pacientes.
Además, cuenta que el 12 de mayo empezará a estudiar Educación en la Universidad Estatal a Distancia (UNED).
Su mensaje para las víctimas de violencia es sencillo: “Primero, nunca alejarse de la familia por ellos, porque es el único apoyo que uno tiene. Y decirles que sí se puede, que no hay excusas, no dejar que el miedo le impida hacer cosas”, concluyó.