Sesenta millones de personas en Italia tiene orden de quedarse en casa desde este martes por una medida inédita del Gobierno para frenar el avance del covid-19 en ese país.
Mariamalia Cartín Jiménez y Laura Ibarra Jiménez, ticas residentes en Roma hace siete y nueve años, respectivamente, detallan cómo sobrellevan estos días de rutinas desfiguradas, la percepción de normalidad perdida y todo plan desecho. Bueno, excepto el plan de permanecer tres semanas en casa.
Ellas y sus familias tienen claro que deben quedarse encerradas al menos hasta el 3 de abril.
“Ocurrió este lunes. Ese día mandaron a mi esposo a hacer teletrabajo y desde el miércoles de la semana pasada se suspendieron lecciones de escuelas, colegios, universidades”, explicó Cartín, casada con un italiano y madre de tres hijos.
La mujer, oriunda de Granadilla norte de Curridabat, reside en la zona de Torrevecchia en el sector noroeste de la capital italiana.
Lo más complejo, asegura, ha sido conseguir suministros para el diario vivir aún y cuando hizo compras el domingo. Este martes, sin embargo, salió otra vez para completar los víveres de la semana pero sin éxito.
“Hay una orden de que debemos permanecer a un metro de distancia entre cada persona, entonces nos dejan entrar al supermercado de 10 en 10, las filas y las esperas son larguísimas”, explicó Cartín vía telefónica.
Como fue imposible hacer la compra, ella volvió a su casa a intentar el pedido desde la página del supermercado en línea donde se ofrece ese servicio.
“¡Qué va!, tampoco: está tan saturada la demanda de víveres que ni siquiera la venta en línea es posible. Ahorita mi esposo se fue a otro supermercado a intentarlo”, explicó.
En la calle, Roma está irreconocible.
En cada sitio al que va, todas las personas que atienden clientes usan guantes y mascarillas. En las farmacias y supermercados, el gel para las manos y las mascarillas se agotaron hace días.
“El domingo cuando sí pude ir de compras, ahí noté que había poca leche y salsas en los anaqueles del supermercado. No había ni fresas”, agregó.
Sin embargo, las señales de pánico sí abundan y desde hace semanas, aseguró.
“Hace unas dos semanas empecé a notar la histeria de la gente, porque empecé a ver los anaqueles vacíos, un día llegué y noté que no había muchos huevos o frutas y entonces me cayó la peseta de que la gente andaba ya con miedo y por eso el desabastecimiento”, recordó.
Entretanto, el cierre de puntos de interés turístico como el Coliseo Romano, el Panteón y la basílica de San Pedro, tiene desierta la ciudad.
“Se ha cerrado de todo, no podemos hacer nada, salvo esperar, y esto podría extenderse hasta el 3 de abril. Vamos a ver qué pasará, todos los planes se desplomaron. Hay que ver cómo se repondrán las clases; por ahora solo queda poner de nuestra parte", manifestó.
Laura Ibarra Jiménez, originaria de Moravia, vive con su esposo, Andrea Pedacchio, en el sur del Roma, en un barrio llamado Eur.
Como Cartín, se declara perpleja por el cambio súbito, empezando porque ni ella ni su marido pueden hacer teletrabajo por las labores que realizan. Su única perspectiva es atender el teléfono, seguir las noticias y esperar en la casa por tres semanas.
De acuerdo con el Gobierno, los desplazamientos solo son posibles para hacer compras e ir al trabajo, quienes tienen permiso. Esa posibilidad la tiene el personal médico y de seguridad, por ejemplo.
Tantear frutas con guantes de látex
Este martes, Ibarra pudo hacer compras en el supermercado pero con nuevas reglas.
“La cosa más extraña es salir y ver pocos carros en la calle, es lo más fuerte. Al salir de la casa, pensé que me iba a parar algún policía. Al llegar al supermercado, había como 15 personas; no esperé mucho" explicó.
Poco antes de ingresar, sin embargo, dijo que habían más de 30 personas a la espera de entrar y todo en orden; muy distinto al lunes por la noche cuando los habitantes de Roma entraron en pánico.
“Ayer la gente estaba histérica porque se fue a los supermercados y permaneció allí horas a la espera de entrar; incluso a altas horas de la madrugada, porque ocurrió en los locales de una cadena de supermercado que abre 24 horas”, comentó.
Según cree, muchas personas decidieron hacer compras por la noche suponiendo que habría menos clientes pero, en realidad, “todo mundo pensó lo mismo y las filas se hicieron larguísimas. El caos era total aun y cuando el Gobierno ha dicho que los supermercados no se cerrarán”.
Antes de entrar este martes al supermercado, un dependiente le entregó unos guantes para hacer la compra. El tanteo de frutas y otros suministros se hace ahora con esas medidas.
“Compré un pescado, verduras y fruta fresca pero vi poca fruta y ya no había naranjas. Hay algunas cosas que hacen falta como más variedad de pastas y cereales. La gente lo que más compra es agua embotellada y pasta", comentó.
El resto de la ciudad, mientras tanto, parece haberse transformado en una suerte de pueblo fantasma en sitios como la Piazza di Spagna y la Fontana Di Trevi, donde ahora, en vez de hordas de turistas, solo se notan algunos policías o residentes en su camino al supermercado.
“No nos queda más que estar en la casa, si nos vamos a dar un vuelta a comprar algo podría costarnos una multa de 200 euros. Nos preocupa el tema económico por el pago de los servicios porque el Estado ha obligado a cerrar todo. Son tres semanas en casa sin saber qué ocurrirá, toca esperar” concluyó.