Un horario sin ruidos ni ajetreo es la rutina de quienes viven fuera de la ciudad.
Su jornada empieza antes de que el sol asome sus rayos y muchos vuelven a la cama cuando el reloj marca las primeras horas de la noche.
“En la zona rural se economiza mucho ya que podemos sembrar y tener animales, lo que abarata el costo de la vida. En la ciudad todo es un puro estrés por tanta compra”, dijo Danilo Layan, del cantón de Talamanca, en Limón, en donde trabaja en la oficina regional del Tribunal Supremo de Elecciones.
Saber vivir. Para este indígena no hay nada como el aire puro que aún se respira en las comunidades rurales.
Un 63% de las personas consultadas por Unimer en febrero pasado, coinciden con la opinión de que la calidad del aire y del medio natural es mejor fuera de la Gran Área Metropolitana.
“Creo que una ventaja de nosotros es que no nos apegamos a las cosas materiales; entonces, no gastamos el tiempo pensando en cómo llenar la casa con objetos sino que nos enfocamos en la calidad de vida, en la salud”, expresó Layan.
Lo mismo ocurre en Limón, donde Antonio Duma trabaja de verdulero.
“Aquí la vida es más tranquila, hay menos presas, menos ruido, pero hay menos trabajo”, se quejó el verdulero limonense. En las tardes de fin de semana, los corredores aún reúnen a familias alrededor de guitarras, cuentos y canciones. A esta tradición, la gente del campo la llama “tomar el fresco”.
“Tenemos más tiempo para nosotros mismos y para los diversos quehaceres del hogar. Yo le puedo decir que a mí el tiempo me rinde en todo. ”Es importante que los pueblos mantengamos esas costumbres y no sigamos el ajetreo de la ciudad”, aconsejó Danilo Layan, a quien la experiencia le ha enseñado a darle valor a otras cosas. La letra de aquella canción dice que en el mar la vida es más sabrosa. Pues tal parece que en las las zonas rurales también.