Consciente de que su mandato responde a un clamor popular por el cambio, Luis Gmo. Solís Rivera, de 56 años, asumió ayer la Presidencia de la República y anunció un Gobierno transparente y dialogador, sometido al escrutinio público.
El académico juró a las 11:46 a. m. en el Estado Nacional y se convirtió en el presidente número 47 de Costa Rica y en el primero elegido por el Partido Acción Ciudadana (PAC).
Ya con la banda presidencial sobre el torso, Solís advirtió de que el poder en sus manos no es un cheque en blanco. “Cuando me equivoque, corríjanme; cuando me pierda, búsquenme; cuando flaquee, denme fuerzas. Si no les escucho, reclámenlo; si les abandono, si no estoy ahí cuando más me necesiten, si usurpare con aviesa intención la confianza depositada en mí con tanta generosidad por un pueblo que demanda honestidad y buen gobierno, repúdienme”, dijo.
[[BEGIN:INLINEREF LNCVID20140508_0004]]Según su propia conclusión[[END:INLINEREF]], la decepción de los ciudadanos con “la política tradicional y sus estratagemas” se tradujeron en una demanda de cambio, en una “primavera política” que lo llevó a él hacia la Casa Presidencial.
“Es un clamor que exige un cambio profundo en la forma en que el país se gobierna y administra. Es un clamor que pide verdad y luz en los procesos de toma de decisiones. Es un clamor que no quiere dádivas sino empleos decentes; que no espera milagros, sino el eficiente manejo de los asuntos públicos”, explicó el gobernante.

Por eso, aseguró, su principal mandato es devolver la confianza a la ciudadanía. De seguido, expuso el tipo de política que quiere erradicar: “No abogo por la adopción de consensos superficiales y ficticios, construidos en torno a mínimos comunes denominadores, alcanzados por medio del intercambio de dádivas o el disimulo de pecados recíprocos”.
Adujo que, en el pasado, se hicieron negociaciones “por debajo de la mesa” y, como ejemplo, denunció que hubo “malas prácticas” en concesiones de obra pública.
Ágora tecnológica. “Haremos un gobierno transparente que, desde hoy, se compromete a rendir cuentas de todos sus actos en forma puntual, precisa y oportuna. En esta nueva Administración, el pueblo tendrá la posibilidad de escrutar, día a día, nuestras acciones, así como de señalar y censurar nuestras omisiones, para exigir las rectificaciones que correspondan”, prometió Solís.
Sostuvo que, para lograr ese fin, se usarán los recursos tecnológicos y el ciberespacio se convertirá en “una especie de ágora moderna”.
“Deseo que el Gobierno –empezando por el propio despacho presidencial– funcione como una gran vitrina o ‘casa de cristal’, que permita al ciudadano examinar y escrutar el desempeño de quienes administramos”, mencionó.
Solís promete acabar con la impunidad de quienes practican o consienten la corrupción, ya sea en el sector público o desde el ámbito privado: “La corrupción está carcomiendo nuestra democracia y está quebrando las finanzas públicas”.

El mandatario también anunció que implementará nuevas formas de participación y fiscalización ciudadana en los temas públicos.
“Ello me obligará a presidir un gobierno de puertas abiertas, de consulta y diálogo permanente con todos aquellos actores de nuestra sociedad”, dijo. Celebró, además, los diálogos observados en la nueva Asamblea Legislativa, la más fragmentada de la historia.
“Despojados de todo dogmatismo y práctica sectaria, y desterrando cualquier clase de revanchismo partidario, dialogaremos con todos los grupos políticos, fuerzas productivas, movimientos, poblaciones y sectores sociales”, sostuvo.
De acuerdo con Solís, la falta de voluntad para negociar de buena fe agobia al Estado, al igual que lo hace la que él califica como la principal contradicción del país: un modelo que genera crecimiento, pero, que, al mismo tiempo, concentra la riqueza en pocas manos.
Ataque al déficit. Solís sostuvo ayer que, en un máximo de dos años, las fuerzas políticas y sociales deben ser capaces de buscar una solución a las delicadas finanzas públicas.
Argumentó que hereda un déficit fiscal que se acerca al 6% del producto interno bruto (PIB), el cual “pone en grave riesgo la estabilidad de la Hacienda Pública”.
El martes, Solís llamó a la calma y rechazó que algunas instituciones corran riesgo de quebrar. “No creo que haya que encender alarmas y hablar de un inminente colapso del Estado”, dijo. En marzo, declaró que un 6% de déficit no es catastrófico, pero sí marca alertas.
El presidente también se comprometió a apoyar al sector agropecuario, “como no se hizo en las últimas tres décadas”, por medio de políticas públicas que les faciliten el financiamiento, la producción y la comercialización de sus bienes.
Añadió que hará todo lo posible para subir de un 7,2% a un 8% del PIB la inversión en educación pública en los próximos cuatro años.
El mandatario cerró su discurso de 30 minutos con una carta escrita por su madre, Vivienne Rivera Allen, hace un cuarto de siglo: “No hay que tenerle miedo a la libertad, a la posibilidad de construir sueños inalcanzables”.
