José María Villalta corrió en la penumbra del amanecer y luego corrió durante todo el día. Así se podría resumir la jornada que tuvo ayer el aspirante presidencial del Frente Amplio (FA).
Antes de las 5 a. m., Villalta ya había salido de su casa con tenis y pantaloneta puestas para hacer ejercicio durante media hora.
Cuando el candidato regresó a su vivienda, ubicada en Sabanilla de Montes de Oca –y como él seguramente ya lo imaginaba–, periodistas nacionales y extranjeros, junto a decenas de cámaras, se habían instalado en la entrada.
Su agenda apostó por algo de “cotidianidad” y, minutos antes de las 7 a. m., fue a una pulpería cercana a comprar el pan.
Sin embargo, la normalidad fue difícil de conseguir en un día en el que muchedumbres lo rodeaban y agentes del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) lo seguían a todos lados, como medida de protección a causa de amenazas contra su vida, que, según dijo, fueron alertadas por la misma Policía.
Mientras sus contrincantes asistían a misa, Villalta explicó que no es un católico practicante y que, por esto, le parecería “hipócrita y oportunista” ir esta vez.
Las siguientes horas fueron una carrera por llegar a citas con diferentes medios de comunicación e ir a votar junto con su pareja, Laura Chinchilla, y su hijo Emiliano, de dos años, a la Escuela José Figueres Ferrer, de su comunidad.
El tumulto que lo recibió por poco lo derriba, pero él dejó ver su entusiasmo por lo que llamó “una marea amarilla en las calles”.