El momento feliz del día de María Ana Castillo Retana, de 85 años y vecina de San Jerónimo de Naranjo, cabe en una caja de leche.
Las presiones de la pobreza saben menos amargas con un buen vaso de “lechita” en la mesa.
“Me encanta, pero no siempre se puede comprar. Yo, teniendo leche y café, no necesito comer”, afirma Castillo, quien vive con su hija Ana Lorena Castillo Retana, de 50 años, y sus nietas Esther y Jimena Chaves, de 20 y 17 años, respectivamente.
El sueño de una casa propia es el principal desvelo de esta familia, que perdió su vivienda hace dos años por una hipoteca.
La pensión de ¢82.000 del régimen no contributivo de la CCSS que recibe doña María Ana, más los ¢40.000 de beca educativa que le dan a Jimena, apenas alcanzan para pagar ¢100.000 de alquiler.
Los ¢22.000 restantes se vuelven poco para cancelar el recibo de luz, que, según ellas, a veces supera los ¢30.000.
“El árbol de Navidad solo pudimos encenderlo un día, porque mami quería verlo con las luces, pero Dios guarde otra vez. Lo mismo con el agua caliente de la ducha: solo la ponemos para ella, porque qué pecado que se bañe con agua fría” exclama Ana Lorena.
Como se le dificulta salir a trabajar porque está al cuido de su madre, Ana Lorena Castillo trata de hacer una rifa de ¢50.000 al mes, “para poder comer”.
La tensión aumenta cuando se está a cargo de un adulto mayor, admite esta jefa de hogar.
“Estoy desesperada. No sé qué hacer. A veces quiero hacer algo de comer, pero no puedo porque no hay nada. Hay que hacer milagros con todo. Yo a veces puedo comprarle leche (a la mamá), pero no siempre, y es que a ella le encanta la lechita, como ella dice”, lamenta la mujer.
La preocupación no es solo el ingreso, sino la salud de su madre. Doña María Ana padece la enfermedad de Parkinson y gastritis crónica.
El asma y la rinitis también atacan de vez en cuando a esta adulta mayor, sobre todo porque el lugar donde duerme carece de puerta. La casa es pequeña y fue necesario improvisar una habitación con un poco más de espacio para ella.
La ayuda de la Red de Cuido para adultos mayores, con un comestible al mes, es fundamental para esta familia. Sin embargo, a veces pasan hasta cuatro meses sin que llegue el subsidio del Consejo de la Persona Adulta Mayor (Conapam).
“El diariecito que dan ahí es bastante bonito. Uno por lo menos puede decir que come 15 días con eso. Y cuando las muchachas estudian, aquí se ahorra la comida del día. A mí me gusta porque viene yogurt y leche para mami”, detalla Ana Lorena.
“¡Lo que más me gusta a mí es el yogurt que trae (el comestible de la red de cuido)!”, interviene doña María Ana.
Un proyecto de ley que presentó el Gobierno, ante la Asamblea Legislativa, pretende flexibilizar la forma en que se distribuyen los recursos del Fondo Nacional de Asignaciones Familiares (Fodesaf), el principal instrumento de inversión en política social del país.
El objetivo es que esos fondos dejen de estar sujetos a los destinos específicos establecidos por ley y puedan invertirse según el porcentaje de ejecución de los programas de ayuda social.
Actualmente, mientras unas instituciones gastan casi el 100% de los recursos que destina el Estado al combate de la pobreza, otras no, con el inconveniente de que el dinero que no usaron estas últimas entidades no puede emplearse para otros programas urgidos de más ingresos, pues la ley no lo permite.
Esa misma iniciativa de ley sugiere que los ¢12.200 millones de ahorro por la más reciente reforma a las pensiones de lujo se destinen a programas dirigidos a la niñez, a becas para escolares y colegiales, así como al Conapam y al Consejo Nacional de la Persona con Discapacidad (Conapdis).
El Conapam es el administrador de la Red de Cuido que, eventualmente, apoya a la familia Castillo Retana con un comestible al mes, cuando la institución cuenta con recursos para ello.