Con apenas 22 años, Édgar Oviedo, oriundo de Pérez Zeledón, decidió crear un emprendimiento junto con su hermano, Esteban Oviedo, de tan solo 19 años.
Querían aprovechar sus conocimientos y el auge de la programación, en los inicios del año 2000, para ayudar a las empresas en la modernización de sus plataformas de software, desarrollo de aplicaciones, portales corporativos y servicios en la nube.
Aventurarse en algo como esto les generaba incertidumbre sobre si funcionaría. Sin embargo, como egresados del Colegio Científico de Pérez Zeledón se acostumbraron a destacar y aprendieron que no había opción para el fracaso.
En el 2002, el mayor de los hermanos acababa de graduarse de Ingeniería en Sistemas en el Instituto Tecnológico de Costa Rica (Tec) y su hermano estaba en el último año de carrera en esa universidad.
El emprendimiento comenzó con dos personas, en un local alquilado en Curridabat; al segundo año eran cinco, al tercer año, siete.
Para el 2020, Grupo Babel emplea a 315 personas de siete países en América Latina y ha desarrollado más de 1.300 proyectos a lo largo de su historia.
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La empresa genera ventas anuales que rondan los $15 millones y tiene un crecimiento anual de entre 12% y 15%.
Grupo Babel, como le llamaron a su empresa, fue una de las compañías a las que la pandemia por covid-19 ayudó a crecer.
De marzo a noviembre, crecieron en un 20% y contrataron a más de 50 personas, pues la crisis sanitaria aceleró la necesidad de transformación digital de las empresas.
“Con modestia le digo, yo tengo la ingeniería, dos maestrías (una en la Universidad Politécnica de Madrid) , un doctorado, una especialidad en MIT ( Instituto Tecnólogico de Massachusetts) y una en el Incae; a pesar de eso, la experiencia académica que más impacto tuvo en mi vida fue el colegio científico porque lo involucran en un ritmo de estudio demasiado exigente.
“Aprendes que la disciplina y determinación te llevan donde quieras ir y te abren cualquier puerta. Uno ahí tiene 15 o 16 años, es un chiquillo, pero es un reto el que te ponen de frente. Ni el Tecnológico, ni la Politécnica de Madrid, ni el MIT, ninguna universidad me exigió tanto como el científico.
“Allí no se vale hacer las cosas a medias. No se vale dejar las cosas tiradas; tienes que destacar sí o sí. Eso le mete a uno en la cabeza que no hay opción para el fracaso”, relató Édgar Oviedo, de 42 años.
Entre los empleados del Grupo Babel, hay egresados de colegios científicos. De los 315 colaboradores, 250 son costarricenses; el resto trabajan en las sucursales en México, Guatemala, El Salvador, Panamá, República Dominicana y Colombia. La mayoría son ingenieros.
Édgar Oviedo y Esteban son el tercer y cuarto de una familia con seis hermanos. Son hijos de una maestra y su padre tenía una pequeña imprenta en Pérez Zeledón.
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“Éramos hijos de una familia que la pellejeaba, éramos clase media rural; a duras penas nuestros papás penas nos sacaron adelante en Pérez Zeledón. Yo entré al científico porque iba bien en el colegio, más bien me aburría. Ne gustaban los desafíos, por eso entre allí”, relató Édgar.
Luego de salir del científico, estudió Ingeniería en el Tec y luego se fue a España a hacer la maestría con ayuda de una beca. Al regresar, lo contrataron en Cenfotec de Costa Rica.
“Las oportunidades que me ofrecían en España me pusieron a pensar si me convenía quedarme. Me llegaban ofertas laborales y uno decía ‘qué bonito quedarme y aquí’, pero regresé. Por algo pasan las cosas. Mucho se lo agradezco al científico.
“Estos colegios son lo mejor que ha hecho el sistema educativo costarricense, son un diamente. Los colegios científicos demuestran que la educación pública puede ser mejor que la privada, siempre están en el top 10″, comentó Oviedo, quien actualmente vive en Heredia y tiene cuatro hijos.