
Su voz está en la calle. Es el pueblo disconforme con las decisiones políticas, que grita consignas y agita banderas para plantear cambios y romper el silencio de quienes solo ven, critican y callan.
Se llama activismo social y en este Gobierno ha encendido sus focos de lucha contra las concesiones de carreteras, la corrupción, la discriminación y la falta de leyes en materia hídrica y ambiental.
Aunque definen que sus estructuras no tienen jerarquía, La Nación invitó a varios líderes sociales para conversar sobre el significado de ser activista en Costa Rica y mover los temas del papel al asfalto.
“Vivimos un adoctrinamiento social en donde nadie cuestiona y hay represión de la protesta. Si nosotros no nos movemos, ¿qué le vamos a heredar a nuestros hijos?”, expresó Ligia Fallas, quien levanta la consigna “Carretera sí, concesión no” en el Foro de San Ramón.
Su trabajo es una batalla sin horarios que conlleva insultos y asegura competir contra la frustración de las promesas sin cumplir de los políticos.
“Hay cansancio y desgaste; hay quienes dicen que somos ‘chancletudos’, pero el hecho de que exista esa opresión es lo que hace que uno siga con la convicción de luchar”, expresó Marisol Fournier, activista en el Movimiento Diversidad, que lucha por los derechos de las personas sexualmente diversas.
Las redes sociales son plataformas para articular su movimiento. Muestra de ello, la campaña contra el diputado Justo Orozco, que le dio la vuelta al mundo con mensajes que repudiaban la homofobia.
Con el deseo de ver cambios que garanticen más derechos para la población, el activista estudia proyectos de ley, redacta nuevas propuestas y choca contra pared cuando llega a la Asamblea Legislativa.
“Uno va a la Asamblea y ve que los diputados levantan la sesión porque otros no ponen atención. Ve la falta de compromiso cuando la barra ciudadana esta vacía. El movimiento social no es un asunto de llaneros solitarios, sino de articulación”, dijo Esteban Monge, quien lucha por la defensa del agua.
Iniciativa popular. Cansados del paso al que camina Costa Rica, estos grupos optan por recoger unas 165.000 firmas (5% del padrón electoral) para generar proyectos de iniciativa popular que ingresen por las puertas del Congreso.
La próxima que llegará a los diputados es una iniciativa popular que busca reformar el Código de Familia para permitir la unión civil entre personas del mismo sexo.
“Reclamamos respeto. Soy una persona mayor y no sé si veré los cambios, pero encomendé a mis nietos celebrar cuando eso ocurra. Tengo confianza en que la transformación se va a dar”, dijo Marco Castillo, del Movimiento Diversidad.
Para los activistas, la falta de información en la ciudadanía es uno de los factores que más afecta al movimiento social en las calles.
“Hay obstáculos que se fundamentan en la falta de información. La misma familia le dice a uno: ‘no haga tanto loco, ¿cómo va a cuestionar al alcalde?’ Pero no es cerrar una calle por cerrarla. Hay disconformidad y hay que hacerla visible”, explicó Fabián Alvarado, activista en Aserrí por la defensa del derecho al agua.
Los líderes sociales aseguran que para la defensa de los derechos no hay color político ni cabezas de grupo, sino la idea de construir redes y hacer que el pueblo reaccione contra los tropiezos políticos.
“Hay problemas de estructura que hay que cambiar. Mucha gente ve el funcionamiento del sistema como algo natural. Prefieren evadirlo y por eso se quedan callados”, agregó Alexánder Espinoza, activista a favor del agua.
Pese a la crítica social , el activista disfruta de cantar sus consignas, brincar, de reunir grupos en las calles y de trabajar por limpiar la imagen negra que les generan algunos grupos que lanzan piedras y queman llantas a la hora de la marcha.
En su derecho a expresarse, el activista social no tiene miedo a decir lo que piensa. Sobre la marcha, levanta un letrero que dice: “Cuando los de abajo se mueven, los de arriba tiemblan”.