Sin responder a los llamados para detener la violencia, al-Asad descartó cualquier tipo de diálogo con la oposición.
El mandatario defendió ayer, ante los diputados, la campaña de represión de su gobierno contra los opositores, alegando que él es como un médico que realiza una desesperada cirugía de emergencia en la que al tratar de salvar a un paciente se ha ensangrentado las manos.
“¿Cuando un cirujano en un quirófano hace cortes, limpia y amputa, y la herida sangra, alguien le dice que sus manos están manchadas de sangre? ¿O le damos las gracias por salvar al paciente?”, se preguntó Bashar al-Asad en un discurso ante el Parlamento.
A su vez, acusó de “bárbaros” a los autores de la masacre de Hula (centro). La rebelión y el régimen se responsabilizan mutuamente por esta matanza. Un alto responsable de la ONU manifestó que había “fuertes sospechas” sobre la implicación de las milicias partidarias del régimen.
Por su parte, Human Rights Watch llamó a “aislar” a los grupos que venden armas a Damasco, como la compañía pública rusa Rosoboronexport porque “suministrar armas a Siria cuando se cometen crímenes contra la humanidad podría ser interpretado como una asistencia en la comisión de esos crímenes”.
La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, exhortó por su parte a Rusia a respaldar una transición política en Siria, declarando que la partida de al-Asad no era una condición pero que debía “ser un resultado” de esta transición.
En una visita el viernes a Berlín y luego a París, el presidente ruso Vladimir Putin se mantuvo firme en su posición sobre Siria, descartando toda nueva sanción de las Naciones Unidas contra el régimen de Damasco así como la partida del presidente al-Asad.