Montreal. Al colocar a los derechos humanos en el centro de su diplomacia, Canadá concitó la ira de Arabia Saudí y corre peligro de perder jugosos contratos, consecuencia de una política exterior “ética” que encuentra resistencias internas.
Unas horas después del anuncio de la expulsión del embajador canadiense en Riad, Ottawa reafirmó con fuerza las bases de su política exterior desde que el liberal Justin Trudeau llegó al poder, en el 2015: la intransigencia en la defensa de los “valores” humanistas y progresistas del país aunque ello pueda costar una crisis diplomática.
“Que las cosas sean bien claras para todo el mundo (...): Canadá defenderá siempre los derechos humanos, en Canadá y en el resto del mundo”, declaró el lunes la ministra de Relaciones Exteriores, Chrystia Freeland, en su primera reacción tras la sorpresiva medida saudí.
Este miércoles, el propio Trudeau confirmó esa postura al destacar que su país seguirá “hablando firme y claramente” sobre derechos humanos, por lo que implícitamente rechazó pedir disculpas por las críticas de Ottawa a la represión de activistas en Arabia Saudí.
“Los canadienses esperan de nuestro gobierno que hable firme y claramente de la necesidad de respetar los derechos humanos, en el país y en el mundo, es lo que seguiremos haciendo”, declaró Trudeau, al ser interrogado durante una conferencia de prensa sobre su intención de pedir disculpas a Riad.
Ottawa respalda con singular perseverancia, desde hace varios años, a la familia del bloguero disidente Raef Badaoui, detenido desde julio del 2012. Su esposa y sus hijos viven en Quebec desde el 2013, y fue un tuit canadiense sobre el arresto de la hermana de Raef lo que encendió la mecha entre los dos países.
Esa postura firme podría costarle caro a Canadá en el plano económico: Arabia Saudí es su segundo mercado de exportación en la región del Golfo (unos $1.080 millones en el 2017), solo después de Emiratos Árabes Unidos.
Riad anunció el congelamiento de las relaciones comerciales bilaterales, la suspensión de las becas universitarias para saudíes -más de 15.000 personas originarias del país asiático estudian en Canadá- y la relocalización de miles de estudiantes.
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Aunque son difíciles de cuantificar con precisión, esas medidas tendrán un duro impacto sobre la economía de la nación norteamericana.
La venta de vehículos blindados ligeros a Riad por Ottawa, firmada en el 2014 por un monto cercano a los $11.500 millones, también aparece amenazada.
No es la primera vez que el gobierno de Trudeau se arriesga a perder un muy buen negocio en nombre de los "valores" del país.
A comienzos de año, un contrato de venta de 14 helicópteros destinados a las Fuerzas Armadas de Filipinas fue congelado por las críticas de Otttawa a las continuas violaciones a los derechos humanos por el gobierno del presidente Rodrigo Duterte.
Costo de oportunidad
En Arabia Saudí, en Filipinas o en cualquier otro país, para un dirigente como Justin Trudeau “llega un momento en el que políticamente se debe hacer una opción”, explicó Ferry de Kerckhove, exdiplomático y politólogo en la Universidad de Ottawa.
"Es evidente que a los ojos del mundo se percibe a Canadá como uno de los últimos bastiones de la defensa del orden liberal internacional, tanto en el plano político como en el económico y el social", junto a países como Alemania, Francia o Suecia, apuntó.
“No es sorprendente que uno mire hacia Canadá en esa materia, es lo que acaba de hacer Amnistía internacional”. La ONG basada en Londres llamó a otros gobiernos a sumarse a Canadá en la exigencia de una “liberación incondicional e inmediata de todos los presos de conciencia” en el reino wahabita.
“Los canadienses esperan de nuestro gobierno que hable firme y claramente de la necesidad de respetar los derechos humanos, en el país y en el mundo, es lo que seguiremos haciendo” . Justin Trudeau.
Bessma Momani, profesora en la Universidad de Waterloo, en Canadá, piensa que a largo plazo esta política exterior " ética " puede serle beneficiosa a Ottawa, incluso si en lo inmediato le cuesta caro.
“Cuando firman un contrato con Canadá, los propios hombres de negocios árabes saben, por un tío o por un sobrino, que Canadá es una sociedad multicultural que respeta los derechos humanos”, expresó. “Creo que aunque perdamos contratos con algunos gobiernos autoritarios conseguiremos más en otros países, precisamente porque respetamos los derechos humanos”.
Desde otra óptica
Algunos dudan, sin embargo, que el tema humanitario haya sido el verdadero detonante de la crisis actual.
“No tiene nada que ver con los derechos humanos”, afirmó Amir Attaran, profesor en la Universidad de Ottawa. “Es un pretexto muy débil. Aquí hay problemáticas geopolíticas, como la rivalidad estratégica y teocrática entre Arabia Saudí e Irán”, su gran rival regional.
En su visión, Riad le estaría haciendo pagar a Justin Trudeau su negativa a respaldar las recientes sanciones estadounidenses a Teherán.
David Chatterson, exembajador canadiense en Riad, piensa de manera similar.
A su juicio, la diplomacia canadiense ha fracasado.
“Creo que perdimos de vista el objetivo de la defensa de los intereses” nacionales, consideró.
“¿Ese objetivo era mejorar la suerte de Badaoui? Si lo era, fracasamos. ¿Queríamos incidir en la orientación general de Arabia Saudita? No creo que lo hayamos logrado. ¿Pretendíamos promover los intereses canadienses? Tampoco lo conseguimos. Un fracaso total”.