San Salvador. Centenares de salvadoreños demandaron este sábado el fin de la impunidad que rodea el asesinato del beato Óscar Arnulfo Romero, cometido por la ultraderecha el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba una misa.
“38° aniversario de su martirio; sus asesinos siguen sin ser juzgados”, consignaba una gigantesca y colorida pancarta que encabezó una peregrinación que salió de la capilla del hospital La Divina Providencia, en el sector norte de San Salvador, donde cayó abatido el arzobispo.
José Antonio Ángel, un peregrino de 64 años, con un camiseta blanca con la estampa de Romero cree que “debe haber juicio y castigo porque el asesinato de monseñor Romero es un crimen que tiene que ser juzgado”.
Tras recordar que en vida monseñor Romero llegaba a la vecina ciudad de Soyapango, Ángel señaló que el nuevo aniversario del magnicidio “encuentra a los asesinos siempre manchados de sangre” y al pastor honrado desde el 23 de mayo del 2015 cuando fue beatificado, pero además “en camino a los altares” por su próxima canonización.
“A 38 años de su martirio su voz sigue siendo la voz ante la injusticia que tenemos en el sistema económico y social en el país”, expresó Érika Deleón, una peregrina de 42 años que sostenía en sus manos un ramo de flores y palmas.
Por denunciar la injusticia social y la represión militar, al anochecer del 24 de marzo de 1980 Romer , fue asesinado por un francotirador a quien la ultraderecha le pagó 1.000 colones ($400 de la época).
Sin castigo
El crimen permanece en la impunidad porque la Justicia salvadoreña nunca lo investigó.
El primer juez que intentó investigar el crimen fue amenazado de muerte y se fue al exilio.
Una comisión de la verdad creada por Naciones Unidas concluyó en 1993 que “existe plena evidencia” de que el mayor Roberto D’Aubuisson, fundador de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena, derechista), fallecido en febrero de 1992, fue quien “dio la orden de asesinar al arzobispo”.
Este sábado en la misa de aniversario en la catedral de San Salvador, el obispo auxiliar y cardenal, Gregorio Rosa Chávez, sostuvo que El Salvador “es un país que perdió la alegría porque no tiene la paz social”.
“Tres palabras podrían resumir esta experiencia que tenemos esta mañana: fiesta, júbilo y esperanza, y una petición unánime que venga la paz”, enfatizó el purpurado ante el aplauso de los feligreses en el templo.
El Salvador afronta una lucha fratricida generada por las pandillas y la delincuencia común que durante el 2017 dejó 3.954 homicidios, una baja del 25% respecto al 2016.
Con un promedio de 60 homicidios por cada 100.000 habitantes en el 2017, El Salvador sigue figurando como una de las naciones sin guerra más violentas del mundo.“Somos un país fraccionado, roto en pedazos, necesitamos reconciliación”, exclamó el cardenal.
Al evocar la figura de Romero, Rosa Chávez recordó que por su mensaje profético “sabía que lo iban a matar, pero no le tuvo miedo a la muerte” y decidió “acompañar al pueblo”.
Desde el 7 de marzo, cuando el Vaticano anunció la próxima canonización de Romero, la Iglesia salvadoreña tiene con la interrogante ¿dónde y cuándo será?”.
Rosa Chávez recordó que en una carta los obispos salvadoreños le solicitaron al papa Francisco considerar la posibilidad de canonizar a Romero en San Salvador cuando vaya el próximo año a la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá.
Este sábado, luego de la misa, centenares de salvadoreños se agolpaban en la cripta de catedral para dejar flores y encender velas en la tumba de Romero.