Sofía. Incansable defensor de los refugiados, el papa Francisco brindó su apoyo el lunes a familias sirias e iraquíes exiliadas en Bulgaria, subrayando las grandes dificultades de quienes “abandonan su patria y buscan integrarse” en otro país.
En el centro de refugiados de Vrajdebna, en las afueras de Sofía, unos 50 refugiados, entre ellos muchos niños pequeños, recibieron un poco intimidados al jefe de la Iglesia católica en su segundo día de visita en el país más pobre de la Unión Europea.
Soad, una iraquí madre de siete hijos albergada en esta escuela reconvertida desde el 2013 en centro de refugio temporal para demandantes de asilo, dijo que era “difícil” vivir “sin estatuto”.
Pero, “el Papa puede hacer todo y cambiar todo, porque ayuda a todo el mundo, especialmente a los refugiados”, manifestó.
Francisco aprecia los encuentros simples e informales con los exiliados de todas las nacionalidades con los que se reúne habitualmente en sus viajes.
En el campamento que visitó el lunes, y que alberga a familias de Irak y Siria, un pequeño coro de niños entonó dos canciones en búlgaro y ofreció luego al Pontífice dibujos en colores.
El canto de los niños "aporta alegría en vuestro camino lleno de dolor de haber abandonado vuestra patria para buscar la integración en otro patria", dijo Francisco.
📹VIDEO: Pope Francis gave First Communion to 245 children at Sacred Heart Church in Rakovski. Catholics are a small minority in Bulgaria, fewer than 50,000 in a population of more than 7 million! However, Rakovski is mainly Catholic. #PopeinBulgaria pic.twitter.com/eKQhotWeVF
— EWTN Vatican (@EWTNVatican) May 6, 2019
"Hoy en día el mundo de los migrantes y refugiados es un poco una cruz, una cruz de la humanidad, una cruz de sufrimiento para tantas personas", agregó.
La experiencia de muchos refugiados en Bulgaria se parece más bien al camino del combatiente en ese país donde no existe plan de integración de los demandantes de asilo, solo asistidos por voluntarios y un puñado de asociaciones.
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“Esperamos que el Papa inspire en sus anfitriones una actitud positiva de cara a los refugiados”, declaró Linda Auanis, presidenta del Consejo de Mujeres Refugiadas.
Comunión a niños
Si la importante minoría kurda (cerca del 10% de la población) que creció bajo la larga dominación otomana sobre Bulgaria, está integrada y representada políticamente, la llegada de musulmanes de Oriente Medio es rechazada tanto por el gobierno de derecha y sus aliados nacionalistas como por la oposición socialista.
Incluso la Iglesia ortodoxa ve en ello una "amenaza a la estabilidad del Estado" y al "equilibrio étnico".
El domingo, en su primer discurso en tierra búlgara, Francisco había pedido al país mostrarse "hospitalario" con "aquellos que huyen de la guerra o la miseria".
El jefe de Estado, Roumen Radev, cercano a los socialistas, había asegurado que “la sociedad búlgara no tolera el racismo”.
Pero en el 2017 una familia siria albergada en la comuna de Béléné (norte) por iniciativa de un sacerdote católico tuvo que partir bajo la presión de manifestantes nacionalistas, que amenazaron de muerte al cura.
Otra comunidad recibió este lunes el apoyo del Papa: se trata de la ciudad de mayoría católica de Rakovski, excepción en este país ortodoxo en el que los seguidores de la rama del cristianismo representada por el Vaticano representan menos del 1% de la población.
En una catedral repleta de gente, Francisco dio personalmente la comunión a 245 niños.
Unas 10.000 personas salieron a las calles para vivar al cortejo papal en esta ciudad de 17.000 habitantes y situada e 160 kilómetros de Sofía.
“Mi marido es católico, soy ortodoxa. Pero ambos somos cristianos y creemos en Dios, ¿no es cierto?”, expresó Sonya Naumova, presente en Rakovski.
Por la tarde, Francisco regresó a Sofía para una reunión interconfesional “por la paz” ignorada únicamente por los responsables de la Iglesia ortodoxa búlgara, reticentes al diálogo con el Vaticano.
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El número de migrantes llegados a Bulgaria bajó de manera considerable desde el 2016 con la desaceleración del flujo procedente de Turquía y la instalación de una alambrada de 274 kilómetros de largo en la frontera entre los dos países.
Las autoridades búlgaras, que aseguran haber impedido el ingreso de unos 5.000 migrantes en el 2018 y casi la misma cifra en lo que va de este año, son criticadas de manera regular por sus violaciones de los derechos de las personas demandantes de asilo.