Mai-Kadra, Etiopía. En Humera, localidad recientemente “liberada” por el Ejército en la región disidente del Tigré, las ruinas bordean las calles y la electricidad sigue cortada. Los habitantes quieren olvidar el horror de los bombardeos, pero también les preocupa la llegada de nuevos administradores.
Dos tanques calcinados del Ejército federal yacen en la entrada de Humera, una localidad sombría de casas bajas, donde los periodistas de la AFP fueron los primeros en poder acudir desde el inicio del conflicto, y las restricciones de acceso al Tigré.
Ubicada al noroeste de Etiopía, en los confines de Sudán y de Eritrea, Humera fue uno de los primeros objetivos de la ofensiva militar lanzada el 4 de noviembre por el primer ministro Abiy Ahmed contra el Tigré y sus dirigentes.
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Tras intensos combates contra las fuerzas del Frente de Liberación del Pueblo del Tigré (TPLF), partido que dirige la región y desafiaba desde hace meses al gobierno federal, la localidad fue declarada "liberada" el 12 de noviembre.
Humera, donde viven habitualmente unas 30.000 personas, lleva las cicatrices de esos combates: un enorme agujero aparece en la fachada del hotel África, y los inmuebles del entorno están acribillados de balas.
‘Aterrorizado’
El conflicto llegó súbitamente a Humera con tremendos disparos de artillería.
"No esperábamos esos bombardeos" relata Getachew Berhane, un habitante de 42 años. "De pronto empezamos a escuchar las armas de guerra, las explosiones, y entonces cundió el pánico".
"No podía irme de mi casa, estaba aterrorizado", dice al equipo de la AFP, acompañado por un responsable gubernamental que escucha sus palabras.
Una parte de los habitantes de Humera figuran entre los primeros etíopes que se refugiaron en el vecino Sudán, donde hay actualmente unos 36.000.
Un habitante asegura conocer al menos diez personas en su vecindario que resultaron muertas, pero la AFP no fue autorizada a visitar el hospital para intentar establecer un balance de los combates.
Abiy, premio Nobel de la Paz 2019 y el más joven dirigente africano, acusa a las fuerzas del Tigré de haber desencadenado la guerra al atacar dos bases del ejército federal, lo que niega el TPLF.
Ahora los combates se han desplazado hacia el este montañoso que alberga la capital regional Mekele, objetivo final de la ofensiva, de donde el gobierno federal quiere expulsar al TPLF y reemplazarlo por "instituciones legítimas".
Bandera imperial
El domingo, Abiy dio a los dirigentes del TPLF 72 horas para rendirse, bajo la amenaza de un ataque sin piedad contra esta ciudad de medio millón de habitantes.
Entretanto, en Humera, las autoridades federales implementaron la instalación de las "instituciones legítimas", con la llegada de responsables y funcionarios de la vecina región de Amhara. Se trata de una decisión peligrosa, pues existen ya viejas tensiones entre las comunidades amhara y del Tigré.
Daniel Wubet, responsable amhara, con su kalashnikov al hombro, explica a la AFP estar en Humera para supervisar "el mantenimiento de la paz" y "educar" sobre las malas acciones del TPLF.
Ha habido en los últimos años conflictos territoriales, que a veces degeneraron en violencia, entre comunidades del Tigré (6% de la población) y Amhara (20%).
Desde 1991, tras derrocar a un régimen marxista en Adis Abeba, el TPLF llegó a controlar el poder en Etiopía durante más de 25 años, hasta ser progresivamente marginado por Abiy, cuando éste se convirtió en primer ministro en el 2018.
En Humera, las banderas del TPLF han sido ahora reemplazadas por la del período imperial etíope verde-amarillo-rojo, adoptado por los nacionalistas amhara.
En un mensaje enviado a la AFP, el presidente del Tigré Debretsion Gebremichael piensa que la presencia de administradores y combatientes amhara es "uno de los planes diabólicos para debilitar el Tigré".
“Pero seguiremos combatiendo, hasta que se vayan”, advierte.