“En Venezuela se inició un proceso de transición para pasar de la dictadura a la democracia y este proceso no se va a detener por nada ni nadie”.
Lorent Enrique Gómez Saleh (conocido como Lorent Saleh), opositor al régimen de Nicolás Maduro y quien sufrió cárcel, no tiene ninguna duda del momento que vive su país. Lo dijo este lunes en San José en una entrevista con La Nación que ofreció en la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano.
El exdetenido, quien tras dejar la prisión viajó a Madrid, donde reside, apoya plenamante la decisión del dirigente Juan Guaidó de asumir las riendas del país en calidad de presidente encargado, el 23 de enero. Y fundamenta su posición: la Constitución de Venezuela establece que ante una usurpación o vacío de poder, es deber de la Asamblea Nacional y de su presidente tomar el poder político para llevarlo nuevamente al orden institucional.
“A pesar de toda la violencia impresa por el régimen chavista, el pueblo de Venezuela no ha quebrado su voluntad de ser un pueblo libre y este proceso está sumando la mayoría de voluntades, un movimiento liderado por jóvenes”.
Lorent Saleh, de 30 años y cuyos estudios universitarios debió interrumpir por la crisis que asuela a su país, ya vivió en carne propia el costo de denunciar los abusos contra las libertades por parte del gobierno de Maduro.
“Defender los derechos humanos es la profesión más peligrosa del mundo”, manifiesta.
El precio de la protesta
Este activista defensor de los derechos humanos no tiene noción de lo que es una Venezuela libre. Su lucha comenzó siendo un estudiante universitario. En el 2007, el cierre de Radio Caracas Televisión (RCTV), a la cual el gobierno de Hugo Chávez no le renovó el permiso de operación, empujó a Saleh a sumarse a una gran manifestación de estudiantes contra esa medida.
“En ese momento nos ponemos en la mira de Chávez, un año después inicia la persecución con gran agresividad y a maternos presos”.
Su lucha por los derechos humanos lo llevó por América Latina, apoyado por líderes de la política regional. “En Costa Rica, paso del activismo estudiantil al activismo de derechos humanos con la mentoría de don Óscar Arias”.
Durante cinco años los ojos del gobierno venezolano estuvieron en busca del joven dirigente opositor. Por eso, en el 2014 solicitó la ayuda del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, para denunciar la violación de los derechos humanos y que abogara por la paz de Venezuela.
“Santos se encontraba en un proceso de paz (con la guerrilla de las FARC) y su gran aliado era Nicolás Maduro. Mi petición le incomoda y me negocia con el gobierno venezolano”. Según Saleh, fue secuestrado por el gobierno colombiano la tarde del 4 de setiembre del 2014 y enviado a la frontera de Venezuela.
“Me metieron a una patrulla y me llevaron al hangar de la Policía Nacional en el aeropuerto El Dorado. Me metieron en un avión, sin presencia de fiscales, sin decirme una sola palabra. Aterricé en Cúcuta y a la mitad de la noche, en el puente Simón Bolívar, me entregaron al Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin, policía política venezolana)”.
Cara a cara con la tortura
Saleh cuenta que fue llevado a “La Tumba", centro de detención a cinco pisos bajo tierra del edificio del Sebin. ‘Cuando yo sentí que en la patrulla empezamos a bajar me imaginé que iba para ese lugar. Yo sabía que había un centro de tortura llamado 'La Tumba’", en Caracas.
Un lugar excesivamente pulcro, “perfeccionista” y moderno: así lo describe. Desvía la mirada hacia un lado y detalla: “Parecía un manicomio, un laboratorio, todo es completamente blanco con luz muy fuerte, muchas cámaras”.
Este centro de tortura dispone de celdas de 2 x 3 metros, equipadas con una cama, un balde de agua y otro para excretar u orinar, y una toalla. Las luces brillantes de las celdas se mantienen encendidas para que los prisioneros pierdan el sentido del tiempo, explica.
‘Yo le decía a mi mamá que no era injusto que yo estuviera en la cárcel. Yo merecía estar ahí, ese era mi lugar por defender los derechos humanos en medio de una dictadura'.
Lo desnudaron y raparon. “Cuando entré a la celda, me senté desnudo en la cama y lo primero que pensé fue que nunca iba a poder ser papá”.
Suspira y continúa con su relato: “Yo sentía la vibración del metro por encima de la celda. Literalmente, es todo el peso del Estado, en su mayor expresión de violencia sobre uno”.
El activista denunció que fue encarcelado sin orden de captura, sin explicaciones ni oportunidad de defenderse.
El gobierno de Venezuela lo acusó de entregar papeles falsos a colombianos para que pudieran manifestarse en contra del régimen y de recibir entrenamiento militar para planear un ataque terrorista contra Nicolás Maduro.
“Fui torturado un año y medio porque yo me negaba a grabar un video en el que se me pedía declararme culpable de dos delitos”.
El dolor de los golpes pasa, pero la tortura psicológica es la que más lacera, según este joven.
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“No importaba qué tan fuerte gritaras, nadie te iba a escuchar. Llegué al punto de atentar contra mi vida para llamar la atención de ellos”.
En dos años y dos meses arremetió contra su vida cuatro veces. Entonces, lo trasladaron a El Helicoide, otro centro penitenciario de Venezuela.
“El Helicoide es el otro extremo. Es sucio, bullicioso, hacinado, es más criollo”. En “La Tumba” y El Helicoide pasó cuatro años, un mes y siete días.
“Yo le decía a mi mamá que no era injusto que yo estuviera en la cárcel. Yo merecía estar ahí, ese era mi lugar por defender los derechos humanos en medio de una dictadura”.
El 12 de octubre del 2018, Lorent Saleh es excarcelado y enviado a Madrid, España, con un pasaporte que especifica que no puede volver a Venezuela (él mostró el documento a La Nación).
“Esos cuatro años solo ratificaron mis deseos, mis convicciones, mis principios. Entendí que mi lucha tiene una razón y un significado. Si concentraron todas las fuerzas del Estado en destruirme es porque mi lucha vale la pena”.