Washington. De la violencia israelo—palestina al avance de China: la diplomacia estadounidense atraviesa un momento difícil en Medio Oriente.
Estados Unidos elogió esta semana la mediación de China para la reanudación de las relaciones entre Irán y Arabia Saudita, anunciada el 10 de marzo. “Todo lo que pueda contribuir a reducir las tensiones (...) es positivo”, dijo el pasado miércoles el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken.
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Los funcionarios estadounidenses, sin embargo, trataron de restar importancia al papel de Pekín, argumentando que China todavía está lejos de superar a Estados Unidos como actor externo clave en Medio Oriente, una región que en gran medida sigue bajo la protección del paraguas de seguridad de la potencia norteamericana.
Pero este logro de Pekín desafía a Washington, que parece estar cediendo gradualmente su lugar en Medio Oriente para centrarse a corto plazo en la guerra de Ucrania contra Rusia y, a largo plazo, en China y el Pacífico asiático.
Para James Ryan, director del programa de Medio Oriente en el Instituto de Investigación de Política Exterior en Filadelfia, “la administración Biden dijo claramente que cuando se trata de Medio Oriente favorecerá la seguridad y la estabilidad”.
“El involucramiento estadounidense en general será más marginal de lo que fue en el pasado”, un mensaje que los saudíes entienden “muy claramente”, añadió.

Lazos tensos con Arabia Saudita
Este punto de inflexión se produce cuando Washington mantiene relaciones complejas con Arabia Saudita (Riad) y enfrenta varios problemas en la región.
A pesar de un enorme contrato (por $37.000 millones, según la Casa Blanca) entre los saudíes y la estadounidense Boeing anunciado esta semana, las relaciones entre Washington y Riad siguen tensas después del anuncio de Joe Biden en octubre de revisar la relación con este histórico aliado.
El presidente estadounidense habló de “consecuencias” tras la decisión de Riad de reducir su producción de petróleo.
Importancia de los acuerdos de Abraham
El acercamiento iraní—saudí también amenaza el objetivo de normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudita, que Washington estuvo defendiendo ardientemente desde los Acuerdos de Abraham en 2020.
Negociados por Estados Unidos, estos acuerdos permitieron la normalización de las relaciones entre Israel y dos de sus vecinos, Emiratos Árabes Unidos y Baréin. Desde entonces Marruecos y Sudán han seguido su ejemplo, pero Riad se resiste a la presión de hacerlo también.
Los diarios The Wall Street Journal y The New York Times informaron que los saudíes quieren garantías de seguridad por parte de Washington y asistencia para su programa civil nuclear a cambio de reconocer el Estado hebreo.
Por otra parte, las negociaciones sobre la resurrección del acuerdo nuclear iraní de 2015, del que Estados Unidos se retiró bajo Donald Trump, están estancadas.
Teherán se alejó aún más al apoyar a Rusia en su invasión de Ucrania.
Y Washington dice que un regreso al acuerdo ya no está “sobre la mesa”, aunque Estados Unidos sigue creyendo que el pacto es la mejor manera de evitar que Irán adquiera armas atómicas.
Conflicto israelo—palestino
La escalada del conflicto israelo—palestino es otro dolor de cabeza.
A pesar de los repetidos llamados a la calma, incluso durante la visita de Anthony Blinken a Jerusalén y Ramala a fines de enero pasado, la violencia empeoró.
El portavoz de la diplomacia estadounidense hace malabares durante su rueda de prensa diaria entre el apoyo “inquebrantable” de Estados Unidos a su aliado histórico, y los llamamientos a medidas de “desescalada”.
Estados Unidos reitera incansablemente su apoyo a la solución de dos estados y denuncia las acciones unilaterales de Israel sobre los asentamientos en particular, pero se abstiene de ir más allá por razones de política interna.
También se palpa el bochorno de Washington por el gobierno del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, el más derechista de la historia del país, y su controvertida reforma destinada a limitar las prerrogativas de la Corte Suprema, objeto de multitudinarias protestas.
En una entrevista con esta agencia el pasado jueves, Blinken elogió la “muy vibrante democracia de Israel” y subrayó que “el consenso es el mejor camino a seguir”.
Pero la presión sobre la administración de Biden está aumentando.
Un centenar de legisladores demócratas escribieron recientemente al mandatario estadounidense para expresarle sus “preocupaciones” sobre esta reforma y llamar a Washington a asumir su papel de “liderazgo” en la región.
Pero con las elecciones generales en Estados Unidos el próximo año, el margen de maniobra de la Casa Blanca “va a ser muy limitado” para influir en la política israelí y la cuestión palestina, dijo Ryan.
Los israelíes “están mucho más confiados ahora, especialmente después de los Acuerdos de Abraham, en su capacidad de actuar como quieran”, añade el experto.