El espectacular giro en el plan económico de la primera ministra británica, Liz Truss, pone de manifiesto la influencia de los mercados en las políticas de los gobiernos, para reconducirlos hacia la ortodoxia presupuestaria, a veces a riesgo de frenarlos demasiado.
“(Lo ocurrido con el ejecutivo de Truss) es un ejemplo bastante extremo de la reacción de los mercados cuando un cambio de política no parece creíble”, dijo a la AFP Antoine Bouët, economista del centro de estudios Cepii (centro de estudio e investigación en economía international de Francia).
Desde la salida de la libra del patrón oro en 1931 hasta el mecanismo europeo de tipos de cambio en 1992, pasando por la crisis asiática y las políticas de austeridad del gobierno francés de François Mitterand en 1983, no es la primera vez que los gobiernos se enfrentan al veredicto de los mercados.
La presentación el 23 de septiembre por el exministro de Finanzas británico Kwasi Kwarteng de unas polémicas medidas que combinaban masivas ayudas a la factura energética y fuertes recortes fiscales, y debían financiarse engordando la deuda pública en un momento de alta inflación, asustó a los inversores.
La libra cayó a un mínimo histórico y el interés que el Estado británico debe pagar por su endeudamiento se disparó, señal de que los inversores se apresuraban a vender su deuda soberana.
El Banco de Inglaterra tuvo que intervenir para evitar una crisis financiera, y el Fondo Monetario Internacional (FMI) instó a Londres a cambiar de rumbo.
Tres semanas más tarde, tras poco más de un mes en el cargo, Kwarteng fue destituido y sustituido por Jeremy Hunt, quien, para calmar a los mercados, hizo exactamente lo contrario de lo que había prometido Truss: suprimió casi todos los recortes fiscales, redujo las ayudas a la factura energética y advirtió de decisiones muy duras por venir en el gasto público.
Bouët considera no obstante que los mercados no obligan a los gobiernos a seguir determinadas políticas económicas.
“A los gobiernos les queda un margen de maniobra relativamente amplio, siempre que no se salgan completamente del guión”, afirmó el economista.
En su opinión, si las reducciones fiscales hubiesen sido menos importantes o si las ayudas a la factura energética se hubiesen limitado a los hogares más necesitados en lugar de ser un subsidio universal, tal vez habría habido correcciones en los mercados, pero a menor escala, agregó.
“Aquí ha sido brutal porque había grandes incoherencias”, añadió Bouët.
El paquete presupuestario de Truss se consideraba inflacionista a medio plazo y, por tanto, contrario a lo que el Banco de Inglaterra intentaba hacer, que era calmar una inflación por encima del 10%.
En la última década, tras la crisis financiera de 2008, estuvimos en una situación de baja inflación y bajas tasas de interés, señala Kay Neufeld, del centro de estudios económicos CEBR (Centre for Economics and Business Research, en Londres).
Pero con el turbulento entorno macroeconómico y geopolítico actual, mezcla de la guerra en Ucrania, la crisis energética y el retorno de la inflación, vemos un regreso de las vigilantes de los bonos, añadió.
Russ Mould, estratega de AJ Bell, bromea recordando que un asesor del presidente estadounidense Bill Clinton, James Carville, dijo una vez que quería reencarnarse en un mercado de bonos, porque puedes intimidar a todo el mundo.
“Los mercados de deuda o de divisas tienen tal magnitud que pueden poner todo patas arriba si reaccionan mal”, añade Mould.
Excepto en ocasiones como cuando el entonces presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, amenazó con salvar el euro cueste lo que cueste durante la crisis de la deuda europea en 2012, recuerda.
Entonces los especuladores acabaron tirando la toalla, derrotados por la determinación del BCE a utilizar sus poderosas armas: compras de activos, recortes de tasas, etc.
Pero el euro se debilitó permanentemente y el impacto económico de esta batalla se prolongó durante años, con políticas de austeridad que asolaron varios países de la Unión Europea, principalmente España y Grecia.
“Los mercados a veces se equivocan y los economistas también. Durante la crisis de la deuda europea, es lamentable que presionaran tanto a favor de una austeridad presupuestaria que tuvo un impacto macroeconómico demasiado fuerte”, reconoce Bouët.