Vemos por primera vez a una persona y nuestros sentidos están alerta; todo se convierte en estímulo... lo que capta la vista, el oído, el olfato e incluso el tacto, si tuvimos contacto físico.
Los estímulos son procesados por nuestro cerebro y de ahí puede seguir una cascada de emociones con las cuales debemos saber trabajar. En la mayoría de los casos, los estímulos serán neutros o leves, en algunos casos generarán repulsión, y en otros más bien atracción, de ese tipo de atracción de la cual buscamos reciprocidad.
Esas emociones, aunque se le achacan al corazón, son más responsabilidad del cerebro.
Este fue precisamente el tema que tocó el médico Carlos Altamirano en una charla virtual dada en el perfil de Facebook del Hospital Unibe. Con motivo del Día del Amor y la Amistad, que se celebra este martes 14 de febrero, Altamirano fue desgranando lo que sucede por etapas en nuestro cerebro.
“A veces por un amor lo entregamos todo y a veces por un amor lo perdemos todo”, fueron sus palabras para comenzar la charla.
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Esos estímulos que nuestros sentidos cambiaron se transformarán en emociones y estas en sentimientos. Según Altamirano, hay una respuesta rápida, que genera las emociones y una respuesta más a largo plazo, que provoca los sentimientos.
Veamos primero la respuesta rápida. Esas visiones, sonidos, aromas y sensaciones en piel se convierten en estímulos que ingresan por el tálamo, una zona del encéfalo que está entre los hemisferios, izquierdo y derecho, y regula las sensaciones. De allí, los estímulos llegan a la amígdala, que es como la central emocional del cerebro.
“La amígdala es donde se da la memoria básica”, precisó el médico. “Según los recuerdos básicos nos dice si los estímulos son buenos, malos, agradables o si no nos hacen gracia. Esto se mide con las memorias que hemos vivido en el pasado”.
Una vez que se pasó el tamiz de esa memoria básica va al hipotálamo. Allí, con la información generada por las amígdalas, es donde el cerebro actúa.
Si la amígdala detectó algo feo, desagradable o que consideró amenaza, la hormona cortisol entrará en acción, esta es considerada la hormona del estrés y nos prepara para huir o estar alertas.
Si en cambio se detectó algo agradable y placentero, son otras las hormonas que entran en juego, que son neurotransmisores relacionados con el placer y la recompensa, como la dopamina, la oxitocina y la serotonina, hormonas relacionadas con la felicidad y el bienestar.
La amígdala, en otras palabras, hace una primera valoración, y el hipotálamo la confirma. Toda esta respuesta rápida se da en cuestión de segundos.
Pero también, expresó Altamirano, se da una respuesta más a largo plazo, donde esta información va al tallo cerebral y ahí, en un núcleo se estimula la corteza prefrontal. Ahí el evento (en este caso, el encuentro con la otra persona) se hace consciente.
Otras zonas del cerebro comienzan a guardar los nuevos recuerdos. Se guarda la emoción (agradable, desagradable o neutra) y se asocia a esa persona, lugar y situación. Por eso el cerebro activará esa memoria cuando volvamos a verla.
“Cuando las emociones son buenas y estamos llenos de esas sustancias que nos generan tanto bienestar, es cuando volvemos a recordar más, ya no necesitamos ver a la persona para pensar en ella y comenzamos a planear volver a verla”, destacó.
Estos estímulos, aclaró el especialista, no se dan de la misma forma ni con la misma facilidad en todos. En algunas personas se requieren más de uno o dos encuentros, o encuentros de mayor duración o donde se traten ciertos temas. A veces, la primera valoración es muy diferente a la segunda o tercera que damos.
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Las etapas del amor
Si tuvimos suerte y generamos los mismos estímulos en la misma persona, botamos esas barreras de desconfianza que tenemos usualmente y comenzamos a construir algo.
La química cerebral de la relación no se mantiene estática, y el cerebro y las sustancias que esta genera van cambiando, y por ello cambian las etapas del amor.
Estas etapas han sido estudiadas a nivel internacional y son cinco:
1. Enamoramiento. Esta se da en las primeras semanas de la relación. En algunos casos, dura semanas, en otros, mucho más. Altamirano habla de meses como límite, pero otros autores hablan de que podría extenderse por dos o tres años.
“Idealizamos a la persona. Hay una mezcolanza de hormonas del estrés, como el cortisol, de la dopamina, que me hace sentir bien, y un poquitito de serotonina que va formando una unión y cercanía ,y esta persona comienza a escalar niveles de importancia y la incorporamos a la vida”, manifestó Altamirano.
A nivel hormonal desde los 12-13 años puede darse esta fase, aunque difícilmente se llegará a un amor maduro antes de los 20, expuso el especialista.
2. Compromiso. En esta fase ya se ven los defectos de las personas, son conscientes de ello, pero son manejables. Ya la relación tiene una dinámica propia y los planes comienzan a darse y son cada vez a un plazo más largo.
Ya la serotonina y dopamina bajan y hay más espacios individuales y menos dependencia, aunque una mayor conexión.
Esta fase dura entre el primer y el tercer aniversario, aproximadamente.
3. Desilusión o crisis. Ninguna de las dos personas de la relación ha cambiado mayor cosa, pero disminuyen de forma más dramática las hormonas de dopamina y serotonina y sube el cortisol.
“Los niveles que teníamos bloqueados se abrieron y ahora vemos las cosas como son, en un formato más real. Ahí hay más reclamos y pleitos”, dijo el especialista.
Cerebralmente, es normal que se vea más hacia lo individual.
No obstante, la oxitocina y los recuerdos de las fases anteriores hacen que la persona pueda decidir mejorar la relación. Exploran qué tanto se han sentido cuidados o quieren seguir cuidando.
Es una etapa de crisis, que se supera en muchos casos, pero en otros casos, se dan las rupturas y divorcios. Altamirano dijo que en Costa Rica gran cantidad de matrimonios se divorcian antes de cumplir el tercer año.
“Aquí entran en juego todos los vínculos formados antes, la comunicación, conocerse. Uno debe saber que las parejas siempre se van a decepcionar, es parte de nuestras hormonas, pero debemos estar preparados para hablarlo y construir”, subrayó el médico.
4. Amor maduro. Si la crisis se superó viene un amor más maduro y consciente, en el que se conocen los errores, pero se tiene la fuerza de haber salido de la crisis.
“Ahí es donde esto se convierte más en una decisión y no en un cúmulo de sustancias cerebrales. Si somos conscientes de que la desilusión va a llegar es más fácil trabajar en ello”, aseveró.
La oxitocina es mucho más alta en esta etapa.
Pero el experto advirtió que pueden sobrevenir más crisis. Y destacó que las crisis pueden superarse, pero tampoco deben aguantarse maltratos.
5. Trascendencia o transformación. Los dos miembros de la pareja son conscientes de sus vulnerabilidades y de las que tiene la relación. Son conscientes de la realidad y la unidad experimentada es mayor.
“Ahí es donde se potencian para ser acompañamiento para otras parejas. Se sabe que las crisis podrán venir, pero ya saben cómo deben actuar”, aseguró.
“No es que ya no haya hormonas, es que ya se logró una estabilidad”, añadió.
Esto no quiere decir que no puedan darse separaciones y rupturas después de este tiempo, especialmente si se rompe el respeto.
“A veces en las relaciones pensamos de forma apresurada y no le damos tiempo. Y si buscamos otra vez estímulos nuevos que pueden movernos y hacernos sentir bien, podemos dejar una relación por algo que nos hace sentir bien, pero las hormonas volverán a caer”, concluyó.