Marielos Jiménez, de 36 años, fue de las primeras mujeres en ser reclutadas en el ensayo clínico de la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (VPH).
En el 2004 se le administraron tres dosis de la vacuna Cervarix como parte del estudio y, desde entonces, asiste al menos una vez al año a revisiones médicas donde le hacen una citología para descartar lesiones, le toman muestras de sangre y saliva para monitorear su salud.
“Yo nunca me había hecho un papanicolau en mi vida, las filas en la clínica eran muy largas. Aquí me lo hacen gratis y con un trato muy bueno. Con la vacuna me fue muy bien, solo un dolor el día que me ponían cada inyección, pero eso fue todo”, manifestó esta vecina del barrio Santa Ana, en Liberia, Guanacaste.
Rosaura Monge, de 34 años, quien también recibió la vacuna en el 2004, opinó igual. “Al inicio muchas lo pensaron para ver si se dejaban inyectar o no. Yo accedí y no he tenido problemas, solo dolor de brazo cuando me la pusieron y ya”, afirmó.
Sus testimonios contradicen al de un grupo de niñas en Colombia, quienes aseguraron que esa vacuna, pero de otra casa farmacéutica, les causó lesiones que van desde dificultad para caminar hasta parálisis total.
En abril pasado, una costarricense también denunció que la misma vacuna que generó controversia en Colombia la tiene con parálisis desde hace un año.
Para Aimee Kreimer, epidemióloga del Centro Nacional del Cáncer en Estados Unidos, esos casos son anecdóticos y no se puede comprobar con exactitud que son causados por la vacuna; tampoco se comparan a “las miles de mujeres que han sido beneficiadas con la vacuna”.