Usted comienza la lactancia materna con toda la ilusión. Imagina la fotografía idílica de una madre alimentando a su bebé mientras ambos se ven enamorados. Pero ocurre todo lo contrario: los pechos le duelen muchísimo en el proceso y su hijo parece que no se está alimentando bien y no descansa como debería.
Esta situación puede deberse a un problema anatómico en la boca de su bebé. Todos nacemos con tejidos llamados popularmente como “frenillos”, los tenemos debajo de la lengua, debajo de los labios y en los extremos de la boca.
“Tenemos siete frenillos en la boca: tres arriba, tres abajo y uno debajo de la lengua, pero en algunos casos no tienen la elasticidad natural o son más cortos y esto hace que el bebé no pueda sostener el labio o la lengua”, manifestó la odontopediatra Karyn Korenstein, quien trabaja detectando y tratando este tipo de problemas.
Según explicó la especialista, los problemas principales se dan en el frenillo del labio superior y en el sublingual, porque son vitales para un buen enganche con el pecho.
Un problema de un frenillo corto o más rígido se llama anquiloglosia.
“La lengua es protagonista para lograr un buen agarre con el pecho. Si tiene algún tipo de restricción, como un frenillo menos elástico o más corto, el amamantamiento no ocurre de forma correcta y esto causa dolor a la mamá”, destacó.
Por instinto, el bebé intenta alimentarse, al no poderlo hacer con su lengua o labio busca como hacerlo, en el proceso, bebés más grandes podrían morder a la madre e incluso sacarle sangre. También pueden darse problemas de mastitis.
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“Cuando son muy chiquititos, es como ir al gimnasio, se cansan y se duermen, las mamás sienten que pasan dando de mamar todo el día y con dolor”, expresó.
En el caso del frenillo del labio superior, si este es muy corto puede afectarse la capacidad del bebé de varias maneras, porque el labio no va a poder sellar su agarre al seno. Cuanto más corto y tirante es el frenillo, más incómodo le resulta al bebé deslizar ese labio hacia afuera, aunque su madre le ayude con la mano.
Muchas mujeres desconocen esta situación y como resultado del dolor y frustración terminan abandonando la lactancia o se extraen la leche y la dan en biberón.
La solución

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Korenstein aseguró que ni todos los problemas de dolor en la lactancia y dificultad para alimentarse se deban a frenillos menos flexibles ni todos los bebés con frenillos cortos o rígidos presentan problemas para mamar.
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Según expresó, cerca de un 20% de las personas nace con problemas en estos tejidos pero no todas sufrirán problemas. Es posible que algunos tengan dificultad para alimentarse; tal vez a algunos se les presentan problemas de lenguaje, e incluso, habrá quienes sufran por ronquidos. Ante todas estas posibilidades, debe hacerse un análisis.
En los casos en los que sí hay una asociación comprobada entre la situación en la lactancia y el frenillo hay procedimientos que remueven el problema con láser. A este procedimiento se le llama frenectomía. Usualmente se hace con láser y dura cerca de un minuto.
Sin embargo, este es solo el primer paso. Luego, con la ayuda de los padres deben realizarse ejercicios para mejorar la flexibilidad, pero también para evitar que el tejido vuelva a crecer.
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Lo más importante para las familias es, primero, saber que estos problemas existen, que se deben a un problema congénito (y que puede ser hereditario) y que no es algo que la mamá esté haciendo mal a la hora de alimentar a su bebé.
Posteriormente, es ver si el menor tiene problemas de frenillo. Esto puede revisarse en la consulta con el pediatra y así se darán las recomendaciones de si debe hacerse cirugía.