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Joshua Espinoza y Marian Ibarra, estudiantes del Liceo de Cariari, presentaron un proyecto sobre el efecto del plaguicida IBZO como controlador de la cochinilla blanca en plantaciones de piña ubicadas en Pococí de Limón. (Mayela López)
La comunidad donde viven Joshua Espinoza y Marian Ibarra depende económicamente del cultivo de piña. Por ello, los estudiantes del Liceo de Cariari de Limón recurrieron a la ciencia para encontrar una solución a la plaga de la cochinilla blanca (Dysmicoccus brevipes).
Este es un insecto del orden Hemiptera, al igual que las chinches y pulgones, que absorbe los nutrientes de la planta hasta que esta se marchita.
Espinoza e Ibarra pensaron en un plaguicida que fuera orgánico, para reducir el impacto sobre el ambiente. Tras indagar, los estudiantes identificaron en las hojas y semillas del árbol de neem (Azadirachta indica) su potencial materia prima.
El árbol de neem es una especie exótica oriunda de las regiones más secas del sur de la India. En nuestro país se encuentra en Guanacaste.
Los colegiales identificaron 25 componentes activos en la semilla y uno en particular resultó controlar al insecto. "Ese compuesto se dirige al sistema hormonal de la cochinilla y lo que hace es evitar que desarrolle resistencia", explicó Ibarra a La Nación.
En cuanto a las hojas, sus compuestos resultaron tener aplicación como fertilizante. "El suelo es el que más desgaste sufre por la cantidad de químicos que se utilizan en las piñeras y las hojas del árbol de neem lo nutren", comentó Espinoza.
Identificados los componentes químicos, los colegiales empezaron a experimentar con fórmulas. "Logramos probar el producto en un vivero por nuestras casas y eso nos permitió tomar datos. Nos fue tan bien que la gente del vivero nos solicitó más producto porque dicen que es muy efectivo", dijo Espinoza.
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Biociencia es una feria científica que se centra en proyectos que brinden soluciones a problemas ambientales. Este año, en su edición número 17, se realizó en el Colegio Nuestra Señora de Sión, ubicado en Moravia. (Mayela López)
El plaguicida ideado por los jóvenes, cuyo nombre es IBZO, resultó útil como controlador de otras plagas como gorgojos, araña roja, ácaros y hongos como la brotitis, roya y mildiu.
Por su investigación y aplicación tecnológica, los estudiantes del Liceo de Cariari obtuvieron el primer lugar de Biociencia, una feria científica enfocada a brindar soluciones a problemas ambientales que fue creada por la organización Ecology Project International (EPI).
Este año, la feria celebró su edición número 17 y tuvo por sede el Colegio Nuestra Señora de Sión, en Moravia. Allí, se presentaron 130 proyectos ideados por 300 estudiantes de 30 colegios del país.
El primer lugar permite a Espinoza e Ibarra viajar a la isla Espíritu Santo, en Baja California (México), donde participarán en el Programa de Ecología de Islas que EPI tiene allí.
El segundo lugar quedó en manos de Andrea Carolina Picado, Diana Alvarado y Lineth Garro Camacho por su investigación sobre la efectividad de los plaguicidas en la lucha contra la roya del café. Ellas son estudiantes del Colegio Técnico Profesional San Pablo de León Cortés.
Josué Cordero, Melissa Valverde y Yeimy Ureña estudian en el Liceo de Tarrazú y obtuvieron el tercer lugar al desarrollar un bioplástico a partir del café.
Ciencia para la conservación
La feria científica es la culminación de un proceso educativo que conlleva voluntariado e investigación.
Los estudiantes realizan una visita a la reserva Pacuare, en Limón, donde realizan un voluntariado. En este, los jóvenes acompañan a los biólogos durante sus caminatas como parte del proyecto de monitoreo de tortugas marinas e incluso se involucran en la toma de datos.
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Monserrat Rojas y Axel Saborío explican al juez David Aparici (derecha) su proyecto de creación de carbón a partir de broza de café. (Mayela López)
Cuando existe la oportunidad, también participan en otros proyectos científicos que tienen lugar en la reserva.
Esta experiencia, aparte de involucrarlos en conservación, los acerca a las labores de campo que se realizan en el país como parte de proyectos de investigación. En otras palabras, los colegiales pueden apreciar cuán aplicable es la ciencia en la vida cotidiana y esto busca inspirarlos.
"En EPI buscamos generar no solo experiencias vivenciales de conservación, sino también desarrollar herramientas y competencias para que los jóvenes puedan encontrar soluciones innovadoras a problemas ambientales que identifiquen en sus comunidades", dijo Miguel Fuentes, director de EPI en Costa Rica.
Por ello, la segunda etapa del proceso educativo consiste en plantear un proyecto de investigación, cuyos resultados se exponen en Biociencia. Para ello se cuentan con la guía de 30 mentores que son especialistas en áreas de ciencia y tecnología e incluso algunos son participantes de ediciones anteriores de la feria.
El 75% de los participantes provienen de colegios públicos, a quienes EPI – gracias al apoyo de empresas y donantes- otorga una beca de hasta un 90% en la cuota de inscripción.
Una frase que suele decir Rodrigo Gámez, fundador del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio), es que no se puede proteger lo que no se conoce. El viceministro de Ciencia y Tecnología, Sander Pacheco, no solo coincide con Gámez sino que asegura que la ciencia ofrece a los jóvenes esa experiencia vivencial necesaria en conservación
"Un muchacho puede ver una fórmula en la pizarra, se la aprende y pues pasa el examen, pero cuando experimenta y ve cómo con nanotecnología se puede solucionar un problema ambiental, pues ahí es cuando empieza a ver las soluciones y las aplicaciones", destacó Pacheco.
Para el viceministro, esa vivencia científica no se queda en lo inmediato sino que, a largo plazo, genera cambios culturales. "La ciudad más limpia no es la que se barre más seguido sino donde los ciudadanos ya no contaminan", dijo Pacheco.
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¿Quién dice que la ciencia no es divertida? Aparte de la feria, Biociencia se llenó de arte y juegos. La niña María Celeste Blanco aprovechó para fotografiarse con una tortuga gigante. (Mayela López)
Preocupaciones ambientales
Plantear una pregunta de investigación refleja una preocupación. "En años anteriores, los temas que se veían en la feria estaban relacionados con la vida silvestre. Este año, por ejemplo, hay temas sobre salud ambiental", manifestó Karla Mora, quien es coordinadora de Biociencia.
Incluso, según Mora, pueden notarse diferencias entre colegios urbanos y rurales. Los estudiantes provenientes de los urbanos, por ejemplo, plantearon más proyectos orientados a residuos y agua.
"En muchos de los proyectos se ve esa necesidad de entender cómo la comunidad se relaciona con el medio ambiente", destacó Mora.
Los colegiales de las zonas rurales, por su parte, plantearon investigaciones orientadas a desparición de hábitat y cambios en los ecosistemas.
"En este proceso educativo tratamos de incidir para que los muchachos abran sus ojos y empiecen a observar a su alrededor. Al hacerlo, y ver lo que sucede en su comunidad, empiezan a notar cambios que ocurren en su entorno y comienzan a plantearse preguntas", dijo Mora.
En comparación a otras ediciones, la urgencia por soluciones llevó a los jóvenes a plantear proyectos donde no solo pudieran investigar sino que los resultados tuvieran una aplicación tecnológica.
Ese fue el caso de Chelsea Rivas, Montserrat Rojas y Axel Saborío, quienes estudian en el Colegio Técnico Don Bosco y obtuvieron una mención honorífica como mejor proyecto de impacto ambiental.
Ellos generaron carbón a partir de la broza del café. "Queríamos darle un uso a la broza que, en muchos beneficios cafetaleros, es considerada un desecho y termina contaminando el río, produciendo malos olores", comentó Rivas.
Tras visitar beneficios de café y carboneras, los estudiantes empezaron a experimentar con las mezclas y eso derivó en que indagaran sobre cuáles materiales tenían potencial adhesivo, lo que les permitiría unir la broza, la ceniza y el aserrín. También probaron diferentes técnicas y tiempos de secado.
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Virginia Trejos (izquierda), jurado de Arte y Dibujo, habla con el estudiante Axel Guzmán, estudiante del Liceo Ambientalista, sobre su obra "La extinción del planeta". (Mayela López)
"Nos falta hacer las pruebas químicas del gas que se emite", dijo Rivas.
La otra mención de honor, ortogada al mejor proyecto de innovación social con impacto en la conservación, fue para Paula Valeria Rojas y Sharon Leiva del Colegio Técnico Profesional San Pablo de León Cortés. Ellas investigaron sobre los costos y beneficios de la producción de manzana orgánica y química en fincas de Copey de Dota durante el 2017.
"Ser verde representa un reto. Por ejemplo: si quiero un automóvil que no consuma combustibles fósiles y me compro un carro eléctrico, pues suena muy lindo, pero qué hago con la batería de litio cuando se termine su vida útil. Siempre va a existir un reto, pero ahí es donde la ciencia y la tecnología apoyan en la búsqueda de una solución", manifestó Pacheco.
Arte para divulgar la ciencia
Además de la feria científica, Biociencia se llenó de pinturas, dibujos, murales, fotografías, productos de diseño ecológico, teatro y música.
Según Fuentes, si bien el arte es un medio de expresión que puede favorecer la conservación, pues también puede servir para divulgar la ciencia.
"Muchas veces, la ciencia se queda con los científicos y no llega a la gente. La ciencia hay que popularizarla y otras disciplinas, como el arte, permiten acercarla a las personas", dijo Fuentes.