Científicos costarricenses descubrieron dos nuevas especies de hongos mientras analizaban litografías del siglo XIX, que forman parte de una colección de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Los nombres de estas especies son Periconia epilithographicola y Coniochaeta cipronana.
El primero de estos organismos lleva su nombre en honor al sitio en el que fue hallado: una litografía, mientras que el segundo fue llamado así en homenaje al aporte del Centro de Investigaciones en Productos Naturales (Ciprona) durante sus 38 años de existencia, una de las instituciones involucradas en la investigación.
Max Chavarría, del laboratorio CENIBiot, del Centro Nacional de Alta Tecnología (CeNAT-Conare), encabezó el equipo que realizó el hallazgo, en el que también trabajaron Carolina Coronado, Roberto Avendaño, Efraín Escudero, Priscila Chaverri y Geraldine Conejo.
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Conejo fue quien realizó el acercamiento inicial, pues se encontraba trabajando en un proyecto de investigación para desarrollar un producto químico capaz de atacar los problemas del deterioro de las litografías.
“La primera etapa era identificar cuáles eran esos hongos, para luego poder probar el producto de manera específica en ellos”, comentó en un comunicado de prensa la investigadora de la Escuela de Química y del Instituto de Investigaciones en Arte de la UCR.
Según Max Chavarría, Conejo es una de las primeras en el país que está usando la ciencia para restaurar obras a nivel nacional.
“Nosotros fuimos de primera entrada a hacer un análisis para ver qué había; la sorpresa fue que nos encontramos dos especies nuevas”, comentó Chavarría a La Nación.
Manos a la obra
Al enfrentarse a ese reto, encontraron que la colección francesa de dibujos y litografías del siglo XIX, del francés Bernard Romain Julien (1802-1871), exhibía un biodeterioro; es decir, "variaciones en la composición y apariencia del material del que estaban hechas, como consecuencia de la acción de microorganismos", indicaron los investigadores en el estudio publicado en Scientific Reports.
Entre esas variaciones se encontraron “parches de color marrón rojizo o marrón amarillento, estructuras microfúngicas y cambios de textura, que suelen encontrarse comúnmente en documentos antiguos”, continúa el informe.
Durante el análisis se determinó la presencia de los géneros Arthrinium, Aspergillus, Chaetomium, Cladosporium, Colletotrichum, Penicillium y Trichoderma. Sin embargo, notaron que dos de ellas no correspondían a lo que ya existía en GenBank (una base de datos de secuencias genéticas).
Por eso recurrieron a una estrategia adicional, que es la descripción morfológica, donde se ven las formas, colores y tamaños de ciertas partes específicas del hongo, proceso que se realiza por medio de microscopía.
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“El conjunto del análisis genético y morfológico te permite concluir que son especies que no han sido reportadas a nivel mundial. Eso hasta nos permite bautizarlos”, aclaró Max Chavarría.
Por su parte, Efraín Escudero, estudiante de doctorado en la Escuela de Biología de la UCR (en el área de Micología, que estudian los hongos) fue quien tuvo a cargo la descripción morfológica.
El joven aseguró que uno de los principales retos fue la descripción e identificación de estos hongos, ya que buscar información referente a los géneros Periconia y Coniochaeta fue complicado debido a que son poco estudiados.
“La mayor parte de la investigación de estos géneros se realizó en los años 60. Son hongos complicados; es un reto estar revisando estructuras, términos que uno no conoce (...). Hay que aprender de ellos; este grupo (de hongos) es distinto”, aseguró Escudero.
Aplicación en la industria
Los científicos destacaron que no solo resulta valioso descubrir nuevas especies de hongos, sino también pensar en cómo podrían ser utilizadas sus características.
“Esos hongos se han ido adaptando a una situación muy pobre, viviendo únicamente de lo que puedan ir comiendo del papel. Han desarrollado una maquinaria metabólica muy buena para degradar la lignocelulosa (presente en desechos agroindustriales de la producción de piña o de caña de azúcar)", detalló Max Chavarría.
Es decir, este trabajo contribuye al conocimiento de "nuevas especies con actividad celulolítica, que es un tema de interés perenne para la biotecnología", dicen los investigadores en su artículo.
Además, el científico del CENIBiot destacó que algo valioso es que este es un trabajo hecho 100% en Costa Rica.
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Además, estos hallazgos permitirán el desarrollo de estrategias dirigidas a la conservación de las antiguas litografías, que fueron adquiridas en 1897 en el Taller de Vaciados de la Reunión de Museos de Francia y que tienen un alto valor académico, como recalca Salomón Chaves, restaurador de la Escuela de Artes Plásticas de la UCR .
“El daño que producen los hongos es irreparable, pues cuando estos empiezan a digerir la celulosa, esta se vuelve frágil y se quiebra, de modo que se hacen grandes huecos y manchas en el papel”, aseguró Chaves en declaraciones al CENIBiot.
"La investigación del CENIBiot fue clave para identificar los hongos", concluyó.
Esta colección está compuesta por 1.000 litografías agrupadas en series temáticas y su proceso de restauración comenzó en el 2014. En la actualidad, ya el 98% de las obras están reparadas.